Cosméticos

Cristina Gufé LICENCIADA EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y ESCRITORA

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

29 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mueven millones de euros en el mundo. Contienen elementos químicos, prácticos y psicológicos; son fuente de placer, combaten la depresión individual y social, y están presentes en momentos felices.

Pero también son un arma de resistencia. Sus orígenes hemos de situarlos en relación con ritos religiosos y guerreros; ya se usaban en Egipto, Grecia y Roma.

Tal vez lo más curioso es la relación que mantienen con las crisis. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno del Reino Unido, en particular Winston Churchill, consideró que las barras de labios eran productos de primera necesidad porque levantaban el ánimo de la población. Elizabeth Arden creó maquillaje específico para las mujeres de la marina de los Estados Unidos, y uno de sus consejeros empleó el término «efecto pintalabios» como indicador económico, ya que en épocas difíciles la venta de cosméticos aumenta. Helena Rubinstein denominó alguno de sus productos como «Rojo de regimiento» o «Comando». Uno de los perfumistas más reconocidos en el mundo es el sevillano Alberto Morillas, quien se esconde detrás del nombre de numerosas marcas famosas.

Aparentan humildad escondidos en su envoltorio frívolo, pero una breve conversación con uno de sus vendedores —si sabe hacerlo— puede salvar un momento del peso de lo anodino. En los grandes almacenes suelen estar a la entrada porque exhiben belleza sin que sean considerados obras de arte. Nadie acude a un importante acto social sin recurrir a ellos.

Contamos con los cosméticos como aliados en las guerras internas. En ocasiones nos escondemos en el cuarto de baño para retocarnos cuando intuimos que algo se desmorona. Ayudan como etéreas columnas a que no se derrumbe el mundo, la ilusión de sentirnos atractivos. Recordamos el tocador de mamá o la abuela, el aroma preferido de la tía que destacaba en la familia porque era una intelectual, o iba a la modista a hacerse trajes a medida. Son hermanos de los complementos que realzan el atuendo, pero el carácter intangible de sus efectos los vuelve abstractos, y ahí se oculta su fuerza. Cumplen varias funciones, la más importante es su capacidad para contribuir al apuntalamiento interior. No podemos, en momentos de crisis, adquirir una obra de Van Gogh y colgarla en el salón, pero sí pasar un rato deambulando por un comercio en el que se venden cosméticos para que nos recuerden que la belleza es real, que se manifiesta en grados y que hay personas que trabajan para no dejarnos sucumbir a la tentación de la tristeza.