Incertidumbres

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

ROMAN PILIPEY

20 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que devenimos sapiens, el ser humano ha sido consciente tanto de su destino como de lo imprevisible de la vida. Esa incertidumbre nos llevó a juntarnos en grupos para sumar esfuerzos en las amenazas y acompañarnos en lo inevitable. Construimos dioses, ciencias, máquinas y protocolos de actuación para combatir la angustia de vivir y en gran medida se consiguió en las sociedades más avanzadas, pero la incertidumbre nunca se domina del todo. Dice un proverbio judío: «Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus proyectos».

 Los dioses se desmoronaron, pero siguen presentes en nuestro genoma, la ciencia no es infalible contra la naturaleza y nosotros seguimos siendo igual de irracionales. A pesar de todo, vivíamos en el mejor mundo que ha conocido la especie, un mundo donde el control de la incertidumbre llegó a ser tal que la mayoría se olvidó de las pelusas que se escondían bajo la alfombra del bienestar.

Una sociedad donde las grandes calamidades se conocían por los libros de historia y el olor a polvo dulce que tienen los fósiles. Las calamidades que padecemos son una versión de Walking dead con fósiles vivientes surgidos de nuestra historia.

Sabíamos de la lucha a rey servido y patria honrada contra pandemias terribles y guerras atroces, pero no estábamos preparados para volver a apalear muertos de verdad. Una vuelta a la peor realidad y a la angustia de no saber qué se ha apoderado de una sociedad recién despertada del sueño de la certidumbre, esa que El Bosco pintó en La coronación de espinas como una de las peores tentaciones del ser humano.

Toda la literatura que se está generando en torno a las consecuencias psíquicas de estas crisis que padecemos se limitan a eso, al enfrentamiento con el sentimiento humano que es la angustia de vivir con (y en el) lenguaje. Una exclusiva calamidad que nos desequilibra emocionalmente llevándonos desde la tristeza y la ansiedad hasta el suicidio. Todo vale para enfrentarse al enemigo que llevamos dentro, desde rezar el rosario a drogarse, pero nada es eficaz si no se tiene en cuenta que el enemigo que enfrentas nunca muere, siempre está ahí, y solo la sabiduría de aceptar lo imprevisible puede ayudar a paliar su acoso. ¿Se puede hacer algo? Tal vez replantearnos nuestro estilo de vida militando en el menos es más o retocar el aserto romano si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepara la guerra), añadiendo a pie de página: si quieres serenidad tienes que aceptar la adversidad. No se trata de aguantar sino de fortalecerse para sobrevivir en el mundo y la vida real, no el de las pantallas que enajenan el juicio, distorsionan la realidad y adormecen el saber. Con Ucrania en el corazón.