La habilidad para criar a un adolescente

Flor Lafuente
Flor Lafuente COMUNICADORA Y CONSULTORA EN BIENESTAR Y FELICIDAD BASADA EN LA PSICOLOGÍA POSITIVA. SOCIA EN SÜMASET.

OPINIÓN

MONICA IRAGO

21 nov 2021 . Actualizado a las 09:18 h.

Cada vez que los gruñidos hoscos o demandas urgentes de mi hijo adolescente me desbordan me acuerdo de Glenn Gould. Lo veo encorvado sobre el piano como un gnomo, con las rodillas más altas que su cadera, sentado en su silla plegable de patas cortas, y la imagen me enternece. Su padre había adaptado esa silla para él cuando Gould era un preadolescente.

Considerado uno de los mejores pianistas del siglo XX, Gould fue un niño prodigio, un adolescente malcriado y solitario y un adulto excéntrico e hipocondríaco. El símbolo de su extravagancia fue esa silla, sin la cual no ensayaba ni daba ningún concierto. Según sus biógrafos, Gould pudo superar sus desafíos y convertirse en lo que fue gracias, en gran parte, a la crianza de sus padres sobreprotectores. No sabemos qué habría pasado sin esa dedicación. Pero sí sabemos, gracias a la ciencia, que los padres cariñosos y que apoyan a sus hijos facilitan su desarrollo emocional y social.

En la adolescencia el cerebro cambia drásticamente. Ocurre la llamada «poda sináptica», en la que se eliminan las conexiones neuronales innecesarias y se crean nuevas. Este proceso está relacionado con el desarrollo de las habilidades emocionales, el control de los impulsos y la toma de decisiones complejas, todo lo cual se procesa en la corteza prefrontal. La gran noticia es que esta parte del cerebro no termina de desarrollarse hasta pasados los 25 años. ¿Qué nos queda por hacer? Podemos empezar por cultivar la habilidad esencial de toda relación sana: la capacidad de escucha. En su libro El arte de escuchar, la experta en comunicación Rebeca Shafir usa las películas como ejemplo para explicar de qué manera podemos ejercitar la escucha efectiva. Piensa en eso: ¿cómo te comportas en el cine?

1. No interrumpes (sería inútil). Dejas que la historia suceda y los personajes hagan lo suyo.

2. Como no puedes interrumpir, te esfuerzas por entender lo que hacen, piensan y sienten los personajes.

3. Prestas atención. Estás presente, absorto en los acontecimientos.

4. Te entregas a la historia. No intentas cambiar su trayectoria ni a los personajes. Por lo tanto, empatizas con ellos. Te entristeces con sus pérdidas y sientes sus alegrías.

Intenta aplicar estas máximas con tu adolescente. Deja de lado por un rato tus necesidades y atiende las de él. Y cuando te desanimes, recuerda la historia de Glenn Gould.