Otro fracaso para la paz en Siria

Yashmina Shawki
yashmina shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

25 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Una década de guerra civil sin un claro vencedor, pese al importantísimo apoyo que el Gobierno sirio ha recibido de Rusia, no se solventa de manera fácil en una mesa de reuniones. 

La comisión siria de negociaciones lleva dos años reuniéndose con el aparente objetivo de alcanzar un acuerdo sobre la redacción de una nueva Constitución para el país árabe.

Geir Pedersen, el enviado especial de las Naciones Unidas para alcanzar la paz en Siria, manifestó antes de la celebración de la última reunión el pasado 18 de octubre, que conseguir que se establezca un clima de confianza entre los representantes de las tres partes negociadoras, es decir, el Gobierno actual de Bashar al Asad, los grupos de la oposición y las organizaciones de la sociedad civil, es el objetivo primordial.

La conferencia de paz organizada por Rusia en enero del 2018 permitió llegar al acuerdo de establecer un comité integrado por 150 miembros con la tarea de redactar una Constitución a partir de septiembre del 2019. Sin embargo, y pese a haber reducido el comité de trabajo a 45 miembros, no se presentaron las propuestas a las que se habían comprometido. Tanto los miembros de la oposición como las organizaciones civiles han acusado a Bashar al Asad de retrasar deliberadamente esta redacción al fin de poder ser elegido en las votaciones que tuvieron lugar en mayo y en las cuales obtuvo el 95,1 % de los votos.

Puede que la intervención internacional haya frenado un mayor derramamiento de sangre, pero no ha facilitado un acercamiento de posturas, algo complicadísimo cuando hay tantos interlocutores involucrados. Mientras el país se empobrece cada vez más y la situación de la población resulta insoportable, el estallido de dos bombas en un autobús ocasionando la muerte de catorce militares y la consiguiente represalia del Gobierno sirio en Idlib, que acabó con la vida de diez civiles, muestra el bucle de acción y reacción en el que sigue inmerso el país y que no parece que pueda acabar de momento, al menos, hasta que el agotamiento de las partes les haga insostenible continuar.