Libros quemados

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉSÉ

OPINIÓN

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18 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ciento cincuenta y cinco títulos, cinco mil libros, han sido quemados en Canadá, en una red de treinta escuelas conservadoras de Ontario, en «hogueras de purificación», por contener textos «impropios para la cultura indigenista». Libros de Tintín, Astérix, cómics de Pocahontas o Lucky Luke, hacían referencia a la nación indígena como pieles rojas y han sido condenados a la hoguera. No es nada nuevo pero la reiteración a lo largo de los siglos en continua campaña de incineración de libros considerados perniciosos o cuando menos peligrosos es una constante en el comportamiento de sociedades cabalmente organizadas.

A finales de siglo XIV se acuñó el termino «la hoguera de las vanidades» tras la gran quema de la Florencia de Savonarola, y más próximo a este siglo fue la hoguera múltiple de textos básicamente de autores judíos que incendió piras en treinta ciudades alemanas. Fue el 10 de mayo de 1933 convocados por las juventudes nazis. Más cercano está el bibliocausto coruñés cuando se condenaron al fuego el 19 de agosto de 1936, frente al edificio del Club Náutico, más de 1.000 libros. Desde obras de Baroja a Ortega o Unamuno. Rivas (Los libros arden mal) y yo mismo (Del viento y la memoria) dejamos narrativamente en sendas novelas la huella de aquel crimen. Quemar libros ha sido y es una tentación frecuente de la ignominia y la intolerancia. Es la quema de las libertades, la negación más salvaje de la ilustración. Quemar un libro es quemar la historia de la humanidad, condenar al fuego la crónica del universo. Esta vez los libros quemados no ardieron con el fuego prendido por el fanatismo talibán. La intolerancia no tiene limites. Quemar los libros es un ejercicio despiadado demasiado frecuente. Incluso pasó a la literatura como muestra el llamado «donoso escrutinio» en el capitulo VI de El Quijote, que da cuenta de la quema de libros de caballería, contada por Cervantes. No tenemos remedio, Vivan los libros, todos los libros.