Los perros afganos de Occidente

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

MINISTERIO DE DEFENSA

05 sep 2021 . Actualizado a las 10:33 h.

Un gesto. Los soldados norteamericanos dejaron en el aeropuerto de Kabul tirados, en las jaulas, sin comida ni agua, a los perros que les sirvieron tan fielmente durante su invasión de Afganistán. Como tirado han dejado, hemos dejado, al pueblo afgano. Y a las mujeres afganas pisoteadas bajo la bota talibán. Esa es la realidad. Lo demás son geoestrategias que no les van a dar de comer ni les otorgarán libertad. 

No ha sido una retirada. Ha sido una huida. Una derrota. Otra más. No aprendemos de la historia. Primero fueron los ingleses. Luego, los rusos, y ahora los norteamericanos, con la coalición internacional. Veinte años para nada. Veinte años en los que hicimos soñar a esa mujer que llegó a presentar el telediario, en un país en el que la mujer no existe. Ese mismo telediario, el otro día ya estaba siendo presentado por un hombre con un soldado armado junto a las cámaras. Soldados armados por las calles de Kabul. Soldados armados en la frontera con Pakistán para que nadie más salga de la cárcel que es Afganistán.

Afganistán tiene una etimología muy sencilla. Significa tierra de los afganos, pero no refleja la verdad. Es la tierra de los talibanes. Va a ser la tierra del Ejército Islámico. Occidente ha vuelto a hacer el ridículo. A prometer lo que no puede cumplir. Dicen los talibanes que gobernarán esta vez con flexibilidad. Las armas que muestran, que exhiben, no tienen ninguna flexibilidad. Una bala no es flexible. No hay flexibilidad en el calibre de las balas.

La Unión Europea, como siempre lejos de casa, vuelve a hacer el ridículo. Hemos dicho que si el nuevo gobierno no ayuda a los yihadistas, no humillan a las mujeres y dejan salir a todos los que se quieran marchar estableceremos relaciones con ellos. Es como pedir al alcohólico que deje de beber, al drogadicto que abandone las drogas y al maltratador que no golpea más a su víctima. Es muy fácil hablar desde los despachos de Occidente. Pero una de la afganas que sí pudo escapar hacia España cogió el otro día la llamada de su mujer amiga, que no salió, y solo escuchaba gritos: los gritos rotos de una mujer que le contaba que su hijo de 21 años se había convertido en trozos en el atentado del aeropuerto.

No hemos estado en Afganistán por las libertades. En Afganistán hay gas natural, hay litio, que tanto falta nos hace. Es el principal exportador de opio del planeta. Las supuestas potencias hemos ido a Afganistán como fuimos al Congo a dominar. A Estados Unidos le movió hace veinte años la venganza y el poder del dominio. Los ladridos de los perros que morirán en las jaulas es lo que han dejado. Eso, y miseria para el pueblo, y terror para las mujeres. Talibán solo declina en talibang, el miedo de recibir una bala en la única cabeza que tienes.

La vida es música. En Afganistán hemos dejado en los altavoces la banda sonora del terror. La Edad Media para las mujeres. Ya se sabe que, por supuesto, las mujeres no entrarán en el nuevo gobierno. La escasa resistencia de las valientes que se han quedado, que no han podido salir, contesta a ese borrado sistemático de mujeres: «Sin nosotras, la sociedad no prosperará» .Verdad gigantesca. Sin mujeres, no hay hombres.

No hay nada sin ellas.