Autopista hacia el cielo

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

M. MORALEJO

05 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Septiembre del 2015. Tan lejos, tan cerca, que diría Wim Wenders. Los catalanes enfilaban el último esprint de la campaña electoral. Prietas las filas con Junts pel Sí. «El voto de tu vida» era su lema. Barcelona hervía y no era solo por el sol. Dos jóvenes, felices, explicaban por qué fuera costaba comprender el «España nos roba»: «Habrá gente que no nos entienda en Galicia. Pero es que allí, por ejemplo, no sabéis lo que son los peajes». Como si los gallegos solo estuvieran familiarizados con la palabra autopista por aquella serie ochentera, la de Michael Landon, Autopista hacia el cielo. Pero la verdad es que, cuando Landon circulaba en sus televisores, los espectadores de esta esquina ya sabían que el angelote transitaba por vías muy distintas a la AP-9. La concesionaria aquí dejó pasar gratis al primer usuario. Y después de aquel inmenso gesto, nada más. Cobrar, aunque esté cortado un carril durante un buen tramo. Cobrar, a pesar de la cola infinita de un domingo de verano ante las despobladas cabinas de cobro. Cobrar. Sí, así es el capitalismo. Pero la cuestión es que en otras comunidades al capitalismo de asfalto se le fue rebajando el tono con el tiempo. Se ve que aquí la condena es mayor. Quizás sea por las enormes alternativas de transporte que hay en Galicia. O porque esta comunidad no es una zona periférica. O porque aquí nuestra autopista va hacia el cielo, mientras estaba claro que la de otros conducía hacia el infierno. Son los problemas de todos aquellos que no consiguen encontrar sitio entre el ombliguismo de Madrid y los codazos de Cataluña. Pero luego todo son guiños solidarios a esa España vaciada. Vaciada y cansada ya de tanto símbolo y discurso.