Mesa de diálogo o algo así

Pedro Armas PROFESOR DE LA UDC

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

18 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Gobierno y la Generalitat han montado una mesa de diálogo. El término buscado para el tipo de mesa tiene su importancia. El diálogo siempre es positivo; ojalá no sea un eufemismo. Según la RAE, un diálogo tanto es una plática en la que los interlocutores exponen alternativamente sus ideas o afectos como un trato en busca de avenencia. Si en vez de avenencia se busca la conveniencia, puede derivar en un diálogo de sordos o, peor, en un diálogo de besugos.

Quizá, antes de dialogar, haya que manifestar la aceptación del marco constitucional; un marco constitucional susceptible de cambios, sin sacralizar ni demonizar una Constitución que no ha envejecido tan mal. Quizá, antes de dialogar, haya que mostrar intenciones sobre el consenso o el disenso. Quizá, antes de dialogar, haya que asumir los errores de los nacionalismos catalán y español.

La mesa de diálogo no puede ser una mesa de negociación, una mesa para resolver negocios pendientes, como la quita en la deuda o la inversión en infraestructuras a cambio de apoyos parlamentarios. Claro que dirán que no se sientan para hablar de dinero, sino de modelo territorial e identidad nacional, pero para eso habría bastado una mesa auxiliar o una mesa extensible, incluso una mesa camilla, aunque habría que ver quién habría de pagar la energía del brasero.

Los que se sientan a la mesa muestran buena voluntad, pero está por ver si hay voluntad de acuerdo. Si el objetivo de unos es la independencia de Cataluña y el de otros es evitarla, en la mesa no habrá diálogos sino monólogos. Si el objetivo de unos es que aumente el apoyo al separatismo y el de otros es que se reduzca, los primeros tienen mejores expectativas. Si el objetivo de ambos fuese que los nacionalistas participasen más de la política española, tanto en Cataluña como en Madrid, las perspectivas serían más optimistas, para Cataluña y para Madrid, o sea, para España. Es difícil dialogar con quien no quiere razonar, pero hay que intentarlo.