La fatiga del autónomo

Francisco Javier Pérez Bello PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN DE AUTÓNOMOS DE GALICIA

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

07 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los autónomos, como toda la sociedad, estamos hartos de la prolongación de una situación anormal con la que llevamos año y medio viviendo sin vivir. La pandemia pasa factura en muerte, siempre lo peor, pero también en forma de depresión anímica y ruina económica. Pero si la Agencia Tributaria no ha podido con nosotros, y bien que lo intenta, tampoco lo hará la pandemia.

Los autónomos estamos acostumbrados al acoso y derribo diario por parte de la Administración fiscal, como acabamos de comprobar de nuevo con la corrección hecha por el Tribunal Supremo, que ha admitido como deducibles los gastos comerciales en los que los autónomos incurren al tener determinadas atenciones con su clientela.

Según la conducta habitual de la Inspección Tributaria, un autónomo ha de tener su centro de trabajo en un parque, escribe con lápiz y papel, se desplaza en bicicleta o en patinete y se comunica con sus clientes con señales de humo, dado que no puede deducir los gastos de su vivienda, aunque sea su oficina, ni ordenador, ni vehículo a motor, ni móvil. Y, por supuesto, las invitaciones a comer a sus clientes reales o potenciales, algo habitual, no se consideran necesarias para la obtención de sus ingresos. Así pues, los autónomos tributan por sus ingresos brutos, algo totalmente injusto.

El tema es que, consumada la fechoría, tras el tirón de orejas del alto tribunal, solo una minoría de los damnificados iniciará la acción de reclamación, de modo que, aunque estos tengan éxito, la Agencia Tributaria se quedará con lo recaudado a todos aquellos que, por temor o por evitar el coste de litigar, renunciaron a hacerlo.

Si en la Agencia Tributaria hubiera un mínimo de ética, se iniciaría de inmediato un proceso de devoluciones de oficio a todos aquellos que fueron obligados a pagar lo que el Supremo ha considerado ilegal. No lo verán nuestros pecadores ojos.

Aun así, el autónomo es alguien incansable que lucha por sacar adelante su negocio, su sueño o simplemente a su familia. Desfallecer no está permitido.

El problema en esta pandemia y lo que genera fatiga, es que cuando muchos empiezan a ver la luz otra vez hay un paso atrás. Y esto crea un desánimo muy grande. Cuando parece que se sale, que todo se normaliza un poco, vuelven las restricciones, las limitaciones a la actividad. Y con ellos, en muchos casos, el descenso de la facturación.

En vacaciones, los autónomos están acostumbrados a ver cómo los demás descansan mientras ellos siguen trabajando. No todos pueden permitirse dejar una semana de trabajar, prescindir de esos ingresos para poder relajarse y desconectar.

Es posible y muy deseable que estemos cerca del final. Pero las fuerzas no son las mismas, la fatiga mental es enorme y la economía no resiste otro parón, pues muchos autónomos -como acabamos de ver con la escasa respuesta al tercer plan de rescate- han consumido sus escasos recursos para cumplir los compromisos con sus acreedores.

No es una situación nada fácil. Pero si alguien está preparado y puede conseguirlo somos los autónomos, acostumbrados a nadar contracorriente. Porque la rendición no es una opción, con o sin fatiga.