Ola de calor

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Rober Solsona | Europa Press

14 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se nos acusa de exigir las cosas con diminutivos como una forma de despreciar nuestro ímpetu diferencial, pero cada verano hay un motivo para exigir una frontera en las estribaciones de Pedrafita. Es una singularidad sin indultos pero de una contumacia que se te mete por la piel y te aleja del ser español a cada grado que el termómetro sube desde Sahagún y se resiste a escalar hacia Oeste. Los titulares insisten en zanjar que España se sume en una sofocante ola de calor, bautizada con una elegancia pasmosa como la bestia africana, y no hay conclusión más evidente que decidir que esto no debe de ser España cuando te encuentras restregándote en angora en un julio que cheira como los de antes, cuando el verano se concentraba tanto que en cuanto te percatabas ya eran los magostos.

Ayuda a esta evidencia diferencial el desprecio con el que el periodismo vigente aborda lo singular, pues si todas las españas, incluidas las que huyen, se tuestan a 43, la noticia está justo en donde la atmósfera apenas vibra a 15 y golpeas con el dedo corazón el salpicadero del mini con la esperanza de que tenga un cable cruzado y el frío sea solo un error eléctrico. Pero no. Aquí la ola vuelve a ser la del covid, cuentan que la quinta, y esas cosas que se cuentan sobre España está claro que no se refieren al territorio de las tierras altas cuyos aborígenes digerimos los telediarios de Madrid con la misma distancia curiosa que el tropicalismo del Serengueti. Se empeñan desde la Castellana en aplicar una plantilla meteorológica que decae en cuanto te desplazas un trecho en el mapamundi local y las diferencias afloran con la misma evidencia que el nórdico con el que sigues durmiendo. Ya lo dijo alguien: el nacionalismo madrileño se cura viajando.