El papa emérito y la magia

Javier Cudeiro Mazaira CATEDRÁTICO DE LA UDC. DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTIMULACIÓN CEREBRAL DE GALICIA

OPINIÓN

Lavandeira jr

29 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces, como aquellas personas que atenazadas por el síndrome de Diógenes acumulan todo lo imaginable y lo increíble, en una especie de indecisión perpetua acerca de lo que es importante y lo que no, yo guardo de forma desordenada ideas y algún escrito que, sin querer, aparecen como bolas de pelusa debajo de los muebles de la memoria. Muchas veces son recuerdos melancólicos, otras son imágenes dolorosas y, si hay suerte, algún tema interesante al que sacarle punta. Este es uno.

Desde el retiro escogido, el papa que lo fue todo pero ahora ya no es, Benedicto XVI, el cardenal Ratzinger, se lamentó un día de que la obra del biólogo darwinista Richard Dawkins y, supongo que por extensión la de otros científicos ateos que defienden la evolución, se sostenía, si acaso, con argumentos de pura ciencia ficción, sin agarraderas serias, o sea, magia. Cuidado, no es Ratzinger un iletrado al que haya que tomar a la ligera, y es posible que en su afirmación exista un cierto grado de verdad, a fin de cuentas, la ciencia ficción siempre ha sido un reflejo de ideas de gran calado que, en mayor o menor medida, han ido cristalizando con un hilo conductor, el del método científico aderezado de imaginación, complemento necesario en la ciencia.

Ya sabe, su santidad, aquello de la hipótesis, la experimentación, el análisis de resultados, la refutación o no de la idea inicial… ya sabe, la Ciencia, sin ficción. La realidad siempre es testaruda y más sorprendente que el cine y que la propia doctrina en masa de la iglesia: en Matrix la energía que las máquinas querían chupar de los humanos (las imágenes eran muy sugerentes; auténticas sanguijuelas cósmicas) no es más que la electricidad que producen nuestras neuronas. La Inteligencia Artificial de Spielberg se cuece como parte del futuro, ya presente en los laboratorios de varios continentes, y la regeneración celular de Terminator está al orden del día como esperanza terapéutica. O Como la hostia sangrante de Bolsena, que en 1263 y en las manos de un sacerdote dubitativo, empezó a rezumar «eritrocitos» durante la misa, por eso de convencer al cura incrédulo. Naturalmente, al papa de la época, Urbano IV, que andaba por los andurriales, le faltó tiempo para declarar milagro gordo y nació el «Corpus Christi». Lástima que no se conociese entonces que una bacteria, la Serratia marcescens, tiene la «santa» costumbre, en períodos de calor y en lugares húmedos de producir un pigmento rojo y gelatinoso sobre el pan, y los dulces…

Pero fíjese qué curioso, el fracaso de la curia eclesiástica, lo que todavía no han sido capaces de conseguir, su santidad emérita, es multiplicar los panes y los peces para suprimir el hambre del mundo. Debe de ser que los principios de la termodinámica se venden caros, a precio de milagro, más o menos ¿Puede usted? ¿Y cómo se conjuga este asuntillo con su famosa frase de que una función de la Teología es mantener la religión ligada a la razón y la razón a la religión? A mí me sale que tres peces de ahora, cuatro días más tarde, son tres peces podridos, con gusanos, eso sí. Algo de multiplicación hubo.

Por cierto, al ser gentes que pretenden alejarse de la ciencia ficción y poner las cosas firmemente en su sitio, no como esos evolucionistas del tres al cuatro que se inventan majaderías de genética, mutaciones y otros artes de mal vivir ¿cómo han conseguido conciliar los términos para tener una sola fuente de inspiración divina, el Espíritu Santo, y dos papas que coexisten? ¿Un tercio para el emérito?

¿Para cuándo un nuevo Concilio y hablamos, de lo humano, de lo divino y de las inmatriculaciones?