Cómo meter cizaña desde el Ministerio de Igualdad

cristóbal ramírez EN LÍNEA

OPINIÓN

Mariscal

28 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si por algo se ha caracterizado Galicia en los últimos decenios es por la sana convivencia. Seguro que también -y por suerte- sucede en otras zonas de España, pero aquí estamos en cabeza o, al menos, en el grupo de cabeza. 

El que se haya ido por el vertedero de la historia el fanatismo estéril de las mareas y que el fanatismo mucho más peligroso de Vox no haya pasado Pedrafita ha contribuido a ello.

Porque ni la Xunta está en manos de radicales que tensen a la sociedad ni lo están el Concello de Santiago, el de Baralla, el de Ribadeo o el de Tui. La convivencia es, para nosotros, los gallegos, un bien supremo que hemos podido alcanzar. Bingo.

Pero hete aquí que, de repente, caen dardos desde Madrid, como tantas veces a lo largo de la historia nos han llegado desde allí, e impactan en la plaza del Obradoiro, en As Catedrais o en el parque de Allariz. En este caso, de la mano del Ministerio de Igualdad, a cuya titular, Irene Montero, hay que desearle una larga vida biológica y una corta vida política.

Para cizañar, para meter odio entre la gente de a pie, las familias, los peregrinos o los ganaderos de Sarria, no ha tenido mejor idea que sacar un cartel que reza «Orgullo de todas, todos, todes».

Esto exige una respuesta, en primer lugar, de la Real Academia Española por ese barbarismo del todes, y después de cada uno de los gallegos que quieren seguir conviviendo en paz, cada uno con su idea y cada uno con su orientación sexual, las que sean.

Y el que crea que no es más que una butade, que lea el magnífico libro Morderse la lengua, del exrector compostelano Darío Villanueva, y entenderá que estos polvos van a traer aquellos lodos. Los que ya conocimos, aunque solo sea a través de los libros, en los años 30 del siglo pasado. Y Galicia no puede ser indiferente al odio.