Mientras la crisis con Marruecos se desarrolla en dos escenarios, la playa ceutí del Tarajal y el carajal del Congreso español, el jefe del principal partido de la oposición dice que el Gobierno hace aguas. Lo afirma con tal convicción que hay quien no puede dejar de mirar hacia la parte inferior del banco azul creyendo que en cualquier momento se verá la orina que expelen los miembros y miembras del Consejo de Ministros.
Habla con precisión quien alerta de que el adversario o su proyecto político hacen aguas si están orinando, lo cual es más creíble del enemigo que de su programa. No descartemos que lo que pretendía afirmar el político de tronante discurso es que ese proyecto amenaza con naufragar. Pero entonces debería emplear la locución hacer agua, un uso figurado de la frase con la que se indica que una embarcación está siendo invadida por el agua a través de alguna abertura o de una grieta. Jerónimo de Barrionuevo ya la usaba en 1655, cuando informaba de que el duque de Tursis había desaparecido: «Témese un desastre, respecto de que la galera en que se embarcó, aunque la reforzó muy bien, dicen que era vieja y que hacía agua».
La micción coral empezó hace tiempo, según el denunciante. Ya en junio del 2018 decía este que el Gobierno hacía aguas, y durante la precampaña de las elecciones madrileñas, advertía a su adversario del alma que el país se la iba de las manos y que el Ejecutivo volvía a hacer aguas. El nivel de las respuestas no era mejor.
¿Es posible que en esas legiones de asesores que rodean a nuestros eximios hombres públicos no haya nadie que perciba las pifias y advierta de ellas al pecador a fin de evitar recaídas? Se ahorrarían las mofas de las que son objeto sus jefes por parte de humoristas, como las que hemos escuchado esta semana a costa del hacer aguas de uno y del cansino y repetitivo anuncio de los días que nos quedan hasta lograr la inmunidad de grupo por parte del otro.
Mientras estas cosas ocurren en el carajal madrileño, una significada ministra empeñada en la reconstrucción del español como lengua dice con desparpajo: «Tenemos una deuda con ellas, ellos y elles y vamos a saldarla». ¿Y ellis y ellus? ¿Va a despreciar los recursos expresivos que encuentra en el español? Seguro que dará con un par de grupos sociales a los que pueda aplicarles las desinencias -i y -u. La imaginación y la estulticia no tienen límites.