China y Europa

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

JOHANNA GERON | Reuters

21 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Reino Unido ha sido en incontables ocasiones una inevitable piedra en el zapato de la UE, arenilla en una maquinaria ya de por sí lenta y pesada. Como los británicos siempre nadaron a contracorriente de sus vecinos nunca llegaron a transmitir a la Unión ese pragmatismo anglosajón, ese ímpetu ejecutivo que tantas veces les ha hecho avanzar, para bien o para mal. La Europa continental es más reflexiva, dispersa y contemplativa.

En las negociaciones y las tomas de decisiones, las fronteras siguen estando más que claras y en cada miembro se esconde una posible zancadilla. Mientras mira el paisaje y escucha esta canción a distintas voces, el tren se marcha. Su tiempo de reacción y su capacidad para recomponerse es una desventaja frente a otros grandes actores geopolíticos del globo. Y en ocasiones eso lleva a los países a emprender la batalla por su cuenta. Sucede con el suministro de vacunas, uno de los últimos fiascos de la UE. Pero también con el control de las grandes empresas.

Cuando Alemania se dotó de mecanismos para bloquear la compra de compañías estratégicas por parte de China, los chinos ya se habían hecho con la mayor parte de las grandes firmas familiares que convirtieron Alemania en la gran potencia manufacturera mundial. Herederos de ilustres estirpes germanas cedieron el volante a estos inversores asiáticos a cambio de una lluvia de millones que podrían solucionarles la vida a varias generaciones sin tener que depender de la producción y el consumo. Ahora China le pone sus normas a Bruselas para que los europeos se inmiscuyan en sus negocios solo hasta cierto punto. Y poder vetarlos en aquellos sectores que Pekín considera claves. No quiere quedarse mirando el paisaje. Porque los trenes siguen pasando.