Anchorage, gélida cumbre chino-estadounidense

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

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21 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hubiera sido tomada en blanco y negro, la fotografía podría pasar por una de los años cincuenta o sesenta. Y es que el decorado no podía ser más retro: dos largas mesas rectangulares, cubiertas por una tela blanca con fruncidos, frente a frente y separadas por una alfombra de colores rojizos. Con grandes cortinas negras a modo de fondo neutro, obviamente seleccionado para contrastar con los colores de las dos banderas, daba la impresión de que tras la reunión solo existía el abismo de la nada. Hasta los rostros de los participantes cubiertos con mascarillas añadían distancia y frialdad en la primera cumbre chino?estadounidense de la era Biden. Tampoco se podía haber escogido un emplazamiento más gélido: Anchorage, en Alaska.

Ambas delegaciones eran más que conscientes de que las relaciones entre China y EE.UU. han ido deteriorándose de manera gradual en la última década. Las medidas proteccionistas de Trump, sin lugar a dudas, perjudicaron a ambas economías y debilitaron la influencia de EE.UU. en la región del Pacífico. Pero el recelo viene de largo. Desde la apertura a la economía de mercado del gigante asiático, el volumen de sus inversiones en el extranjero y la invasión de sus productos no han dejado de crecer. Demasiado. Y si al principio su dinero fue recibido con los brazos abiertos por los países con necesidad de liquidez y que aspiraban a vender sus productos en China, con el tiempo la constatación de que este país posee gran parte de las empresas estratégicas mundiales, que sus productos tecnológicos más baratos compiten con grandes ventajas sobre los nacionales y que venden mucho más de lo que quieren comprar han forzado un giro en las relaciones. Un giro que EE.UU. quiere liderar. Sin embargo, frenar a China no es una tarea que se pueda hacer en solitario. Sin una presión coordinada con una gran parte de la comunidad internacional, el país del dragón no va a ceder un ápice de la influencia ganada a base de talonario y perseverancia. Y ni hablar de su falta de respeto por los derechos humanos.