El relato como fuente de superación

Patricia Fernández Martín LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

CAPOTILLO

07 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todas las tragedias se parecen. Al principio y al final. Siempre suponen un desafío para la salud mental de la población, ya que amenazan la vida y la seguridad de las personas, su certidumbre y el funcionamiento normal de la comunidad. También todas se superan gracias al paso del tiempo, el diálogo constructivo, la validación emocional y la reconciliación.

Para asimilar la catástrofe, es necesario un relato de la tragedia, como el libro y la serie Patria hicieron con el terrorismo. La patria es la narración que nos hace comprender lo que ha sucedido. El recuerdo nos permite asimilar lo sucedido, reconocer el daño y pasar página. Hasta que no haya un relato sobre lo que ha pasado, seremos apátridas.

Los informativos abren diariamente con las cifras de víctimas del covid-19, a las que no se pone ni nombre ni rostro a no ser que sea alguien cercano o se trabaje en un ámbito sanitario. La necesidad de seguir adelante hace que olvidemos con facilidad. Las cifras de la muerte se convierten en paisaje. Pero se sabe poco de las personas.

Sí se sabían los nombres de las víctimas de los atentados de ETA, pero nunca pudimos ver el problema desde dentro. Patria nos ha enseñado cotidianidad, cómo eran las vidas familiares antes y después de un atentado. Tras muchos años de suposiciones, llegaron las certezas al descubrir lo que pasaba de puertas para dentro en los hogares amenazados por el terrorismo. El libro y la serie han dado voz a los silencios; y taparon el ruido.

Patria enseña cómo cada persona se relacionaba con la violencia, el dolor o el miedo a callarse de diferente manera. La gestión emocional y las interpretaciones diferentes de la realidad de la pandemia han sido evidentes desde el inicio de la misma; en muchos casos, plagadas de sesgos cognitivos y de irracionalidad. Pero ojo con el juicio acelerado de las cosas que nos suceden. Para juzgar a los personajes, hay que pararse un minuto antes de la reflexión crítica.

Los silencios, las despedidas de las víctimas del covid-19 serán eternas, como la de Bittori, por la falta de rituales de despedida. Causarán dolor en las generaciones futuras. Ella vuelve a su pueblo, con la intención de saber quién cometió el asesinato de su marido y, con su regreso, remueve un avispero necesario antes de una convivencia pacífica. Porque es necesario hablar para tapar el amargo silencio y el ruido mediático. La conversación, el diálogo, el reconocimiento verbal de lo que ha supuesto la pandemia para cada uno de nosotros es fundamental para superar lo traumático. La narrativa y el relato son una fuente de superación.

Llegará un día en que la pandemia pertenezca también al pasado. Quizás nuevas narrativas de literatura, documentales y series sirvan de oportunidad para que nunca se olvide lo que realmente pasó. Un relato de la vida de los hogares en pandemia nos hará entender mejor las claves de lo sucedido. Los estragos se han vivido de puertas para dentro. Entre los silencios, el ruido político y la «rutinarización» de la muerte, no nos hemos damos cuenta.