No es que entre Kiko Rivera y aquel personaje que interpretaba Javier Bardem en la película de Bigas Luna haya mucho en común, pero en aquella alma discotequera que provocaba rechazo y ternura a la vez se dejaba ver el mismo pringue que embadurna al hijo de Pantoja y Paquirri. A veces, viéndolo en televisión, una lo analiza como un pobre desvalido que no ha sentido el calor de una madre, y otras, sin embargo, se le asoma el descaro de quien siempre ha caminado por el suelo rodado. Y en esa mezcla que no acaba de cuajar bien, a Kiko se le está desparramando el pastel que se traía entre manos. Del impacto de su primera entrevista poniendo contra las cuerdas a Isabel Pantoja, hemos pasado a un culebrón diario en el que, viernes sí, sábado también, Kiko llena los platós alargando (con buen guion, eso sí) unos capítulos que van camino de hacerlo millonario. El hijísimo de Paquirri no habrá cobrado la herencia del torero, pero en ese no cobrar y contarlo a los cuatro vientos se está haciendo un buen peto con todos los contratos con Mediaset. No será tan grande como el de Messi, pero a poco que empiece a hacer sus cálculos y los de su mujer, verá que compite en números con su madre. Telecinco ya tiene a Kiko, el de los huevos de oro, y él un corral donde cacarear su vida. Lo demás, si es que hay algo, es cuento chino.