Lo que el 2020 nos enseñó

Marta Otero Torres
Marta Otero PASANDO PÁGINA

OPINIÓN

CARLO ALLEGRI | Reuters

31 dic 2020 . Actualizado a las 08:48 h.

Se va. Por fin. El 2020, un annus horribilis que no olvidaremos, porque nos robó los abrazos, nos cortó las alas y se llevó de la peor forma posible a muchos de los nuestros. Nos encerró en casa y nos tapó la boca, literalmente. Nos arrebató las sonrisas, las madrugadas y las fiestas.

Qué paradójico. Porque ahora que agota sus últimas horas y el fin de la pandemia está más cerca, de repente nos damos cuenta de que este año maldito nos ha enseñado sin querer a disfrutar de la vida.

Porque llegará el día que nos quitemos la mascarilla, que volvamos a cantar a pleno pulmón y a apretarnos bien en los bares y en los conciertos. A hacer las maletas con destino a cualquier parte sin PCR ni controles en las fronteras. Y entonces nunca más dejaremos lo importante para mañana, no nos guardaremos los besos para otro momento. Porque hoy sabemos más que nunca que la vida es ahora y también que como sociedad somos tan grandes como para vivirla con mascarilla y distancia si lo que está en juego es la vida de los más vulnerables. La pandemia, al final, ha sido una gran lección de vida, e informar a diario sobre el coronavirus desde una redacción -incluso en el confinamiento-, un privilegio de esos que agradece la vida de un periodista. A superar el pico emocional de la pandemia también ayuda ese compañerismo que se forja entre ruedas de prensa improvisadas, retransmisiones en directo, comparecencias de última hora y boletines del estado para repasar cuando el cierre aprieta. Esos momentos que puede que un día echemos de menos.

Gracias, 2020, solo por eso. Y ahora vete y no vuelvas.