Tamara Falcó es un filón

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MIRA Y VERÁS

OPINIÓN

26 dic 2020 . Actualizado a las 10:21 h.

Entre su imagen de pija sin pudor, su ñoñería monjil y su buenismo de niña bien, Tamara Falcó se ha revelado como un personaje televisivo que sigue sumando puestos. Boris Izaguirre fue de los primeros en reparar en la espontaneidad de Tamara que, sin pelos en la lengua, era la única del clan Preysler que miraba a la cámara y se atrevía a contar las cosas de «mami» y Mario sin filtros de «bienqueda». Y se destapaba sin rubor como la gran heredera que es, como una marquesa que no tiene complejos de saberse inútil, incluso para freír un huevo. Pero a lo tonto a lo tonto, y con esa cara de «yo no he salido todavía del cascarón», la hija de Isabel Preysler se curró un reality como Masterchef y se aupó con el premio de ser la mejor cocinera de su edición sin despeinarse mucho. Con ese desparpajo pijo, el Tamarismo inunda ahora la televisión. Pablo Motos la tiene en El Hormiguero y las últimas noticias apuntan a que Amazon Prime la ha fichado como profesora para que cuente, a su modo, la historia de El Cid Campeador ante el estreno de la serie. Tamara, como una señorona con castillos, tirará de árbol genealógico para interpretar una nueva versión de sí misma, porque allí donde hay un foco que le dé un poco de brillo, ella no se pierde el show. Es el nuevo pijerío mediático, la marquesa de la televisión ha encontrado su sitio. Tamara, quién lo diría, es para las cadenas todo un filón.