59 soledades

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Cámaras funerarias en el edificio conocido como El Dónut, puesto a disposición de las autoridades sanitarias por la Comunidad de Madrid como nueva morgue provisional
Cámaras funerarias en el edificio conocido como El Dónut, puesto a disposición de las autoridades sanitarias por la Comunidad de Madrid como nueva morgue provisional Comunidad de Madrid

24 oct 2020 . Actualizado a las 11:53 h.

Así enunciado, el título parece una estrofa suelta de un poema lorquiano, machadiano o de Miguel Hernández. Nada más lejos. Es el número de fallecidos a causa del covid-19 en Madrid entre los meses de marzo y abril y que nadie ha reclamado para hacerse cargo de sus exequias y sus entierros. No eran anónimos, tenían familiares que los ignoraron. Murieron en la más absoluta de las soledades y ningún pariente quiso darse por enterado de su muerte. Cien días después de sus óbitos, a finales de julio, el Ayuntamiento de Madrid se hizo cargo de ellos y los llevó al cementerio Sur, donde quedaron sepultados. 40 de ellos fallecieron en hospitales madrileños y 19 en residencias de la misma comunidad. Esta noticia, acaso uno de los muchos daños colaterales provocados por la pandemia asesina, pasó desapercibida entre las informaciones amables de la tregua veraniega cuando el virus se daba casi por amortizado.

Los 59 ataúdes permanecieron en el tanatorio improvisado del Palacio del Hielo hasta que —sin que nadie los reclamara— fueron trasladados al Instituto de Medicina Legal, donde se repitió la misma historia de cadáveres olvidados. No son muertos anónimos, están perfectamente identificados, se conocen sus nombres y apellidos, pero se han convertido en hijos de un olvido doloroso, en muertos de la más incomprensible y egoísta soledad.

Eran muertos pobres. Sus familiares no heredaran ni patrimonio ni fortunas. Quiero suponer que entre los 59 habría emigrantes que eligieron Madrid para dejar atrás la miseria. Pero también supongo que la mayoría eran compatriotas nuestros, mujeres y hombres con una vida, con muchos años ya de vida construida con abnegación y honestidad, quizás con quiebras familiares con los afectos maltrechos. Quizás, pero sobre todo con una vida que no tenía este final en el guion de sus muertes. El olvido es dramático y ruin, la soledad compartida por las 59 víctimas del virus es una ofensa a la máxima asumida de enterrar a los muertos. Y con ello se ha quebrantado uno de los principios más sagrado.

No habrá —no tendrán— un publico homenaje y se diluirá para siempre su recuerdo. En esta semana que ahora termina han fallecido en España 580 personas a causa del covid.