Fue una de las adicciones televisivas en plena pandemia. Es de esas series, como casi todo lo que hace Álex Pina, que saben a poco. No se asuste si acaba tan enganchado a la ficción como alguno de sus protagonistas a la noche y a los excesos de la Ibiza de los noventa, pasa, y es normal. Por eso su cancelación cayó como un jarro de agua fría. Cuando todo el mundo, no solo público sino también reparto, esperaba como agua de mayo la segunda parte para aliviar el monótono otoño que nos espera, va Netflix y dice que nanai. Que no habrá más líneas blancas. De momento poco, o nada, ha trascendido de la decisión, que sorprende más aún cuando ya se había publicado que el equipo buscaba localizaciones para dos nuevas entregas. Y más aún cuando fue lo más visto en más de 40 países entre ellos Estados Unidos o España. No se trata de estirar el chicle cuando no da más de sí o de explotar la gallina de los huevos de oro, como parece que está pasando con La casa de papel, en este caso una segunda entrega estaba más que justificada, también en la mente de quienes tenían pensado llevarla a cabo y que han reculado en el último minuto, para dar respuesta a los interrogantes que todavía quedan en el aire. Ahora bien, si sus protagonistas ya se están despidiendo de sus personajes, no parece que vaya a haber marcha atrás.