Revisionismos

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

06 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No me gusta esa retroactividad del lenguaje -o lenguaje retroactivo- que se está poniendo de moda en España, con alusiones revisionistas del Frente Popular, la Guerra Civil, el fascismo, Cataluña, Largo Caballero, Franco, Negrín, las Trece Rosas, etcétera. Porque su objetivo, lamentablemente, no es restaurar ninguna verdad (entre otras cosas, porque ya están casi todas restauradas), sino utilizar los márgenes de heterodoxia de la realidad para reinventar ‘nuevas causas’ por las que dividirnos y ‘nuevas justicias’ que hacer, en beneficio propio o de alguna Nueva Causa General todavía no elaborada.

Tampoco me gusta el afán de reinventarlo todo para justificar la escenificación de un nuevo presente plagado de equívocos y falsedades. Alguien debería recordarnos cuándo empezó la Guerra Civil (¡hace ya más de 83 años!) y cómo fue todo, es decir, quiénes la provocaron y por qué, qué ideas políticas la alimentaron y en qué contexto nacional e internacional se produjo todo aquel sangriento y salvaje desbarajuste. Los mejores historiadores del mundo -sobre todo británicos y estadounidenses- se han hartado de escribir páginas luminosas que no deberíamos oscurecer con nuevos borrones que nos lo vuelvan todo ininteligible. Sería una lástima. Porque por ese camino no hay más que hedores del pasado y rencores agazapados en el futuro, es decir, basura contaminada de nuevos intereses y extraños afanes de venganza sobre nadie sabe qué.

Nada que objetar sobre la existencia de un revisionismo histórico (y subrayo lo de histórico) que nos ofrezca el estudio crítico de todo lo sucedido y de las interpretaciones y reinterpretaciones elaboradas al respecto. Lo malo acontece cuando todas esas nuevas consideraciones tienen como única finalidad el servicio a una nueva causa, ya formulada o en fase de definición. Porque el revisionismo histórico debe ser siempre un estudio crítico de los hechos de referencia, a la luz de datos irrefutables. Es decir: revisar, sí; reinventar, no. Y esto vale para todos, si no queremos extraviarnos.

El revisionismo histórico exige el estudio crítico de hechos y relatos, con margen para revisar y reinterpretar. La evolución y el cambio de valores tienen cabida, sí, pero sin caer en un revisionismo no académico supeditado a descarados usos políticos de la Historia.