Scorsese y los muñegotes

OPINIÓN

05 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

No tengo nada contra Scorsese, pero no creo en las vacas sagradas cinematográficas, salvo que se llamen Billy Wilder, John Ford, Alfred Hitchcock, Orson Welles... O sea, todos anteriores a 1969, que es el año en que nací, y ni siquiera meto en el mismo grupo a directores como Woody Allen o Spielberg, que representan lo mejor de la cinematografía contemporánea.

Lo que quiero decir es que no me siento a ver una película dando por hecho que estar firmada por un determinado realizador le confiere automáticamente el estatus de potencial «obra maestra». Scorsese, como todos, tiene sus fiascos (los remakes El color del dinero y El cabo del miedo, Kundun, las costosísimas superproducciones Gangs of New York y El Aviador) y suele abusar de sus actores fetiche (Robert de Niro y Leonardo di Caprio).

En el caso de El irlandés es obvio que no lo es -ni obra maestra, ni fiasco-, aunque se hace reiterativa por reparto, por temática, por estética y hasta por la banda sonora, ya saben: música de los 50-60 acompañando el cierre de secuencias y disparos en la frente o la nuca. Nada que no hayamos visto antes en Uno de los nuestros, Casino o Infiltrados (en esta con canciones de los Stones).

Scorsese quería hacer (o le pidieron) otra de mafiosos y decidió contarnos los dos secretos mejor guardados de la cultura popular estadounidense: quién mató a Kennedy y qué pasó con Jimmy Hoffa. Tampoco es que haya resuelto nada, después de lo que pasó con Lee Harvey Oswald (asesinado a tiros por un empresario vinculado al crimen organizado) y de la confesión del propio Frank Sheeran (el Irlandés) poco antes de morir en el 2003.

Pero hay cosas que chirrían, como el proceso de rejuvenecimiento de De Niro y Joe Pesci. La sensación en los primeros minutos es estar asistiendo a un capítulo de Spitting Image, aquellos muñegotes de plástico que triunfaron en la televisión de los años 80. El metraje es lo de menos -habría sido más difícil contar las cosas ciñéndose a los 150-180 minutos estándar del cine actual-, porque nada impide pausar la reproducción y continuar al día siguiente.

En fin, que El irlandés me entretuvo, pero prefiero la trilogía de El Padrino o Érase una vez en América, con la música de Nino Rota y Ennio Morricone. Ahí hay cine con mayúsculas. Y Coppola y Leone nunca se habrían rendido a Netflix.