Causa escalofríos ver cómo los responsables del Gobierno catalán hasta hace justo dos años han podido acabar en la cárcel y con condenas tan largas. Pero los escalofríos no los causa la decisión del Supremo, sino pensar en cómo han podido llegar a esta situación Oriol Junqueras, Romeva, los Jordis y demás condenados.
Causa escalofríos porque los que se sentaron en el banquillo por el procés llevaban años defendiendo sus ideas independentistas sin que nadie les reprochase nada; pudieron presentarse a unas elecciones democráticas, y gobernaron una comunidad próspera que cuando tuvo problemas financieros, incluso en pleno desafío secesionista, encontró el respaldo de las arcas estatales.
Hasta que se les fue de las manos de forma inconscientes, o hasta que traspasaron el límite de lo legalmente tolerable conscientemente. Lo que nunca podrán decir es que el suyo es un país en el que no hay libertad o no se vive dignamente.
Y ahora llega lo más duro. Los responsables de haber engañado y convencido a dos millones de catalanes de que España les robaba se van a la cárcel, y los engañados por ellos tienen que digerir que lo de la independencia fue un cuento. Pero hay otro desafío mayor: buscar a líderes políticos o sociales, tanto en Cataluña como en Madrid, que tomen las riendas y se propongan superar las heridas que deja el procés entre los catalanes y reconducir la convivencia que tanto se ha deteriorado en los últimos años.
