La quiebra de Thomas Cook

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Toby Melville | Europa Press

27 sep 2019 . Actualizado a las 11:35 h.

El premier Boris Johnson dejó caer a Thomas Cook. El gigante británico de los viajes, el segundo turoperador del planeta -más de 11.000 millones de euros de facturación anual, flota de 105 aviones, 200 complejos hoteleros con su marca-, se derrumbó con estrépito y amenaza con aplastar a sus 22.000 empleados. La compañía, carcomida por una deuda monstruosa y otros cánceres, precisaba más de mil millones de libras esterlinas para levantar cabeza. Su accionista mayoritario, el grupo Fosun, aceptó aportar la mayor parte de ese capital. Boris Johnson le negó los 150 millones de libras restantes, unos 170 millones de euros. Y ahora, paradójicamente, se dispone a gastar mucho más en el rescate de los 600.000 turistas que Thomas Cook ha dejado varados en medio mundo. La mayor operación de repatriación desde la Segunda Guerra Mundial costará, según algunas estimaciones, no menos de 680 millones de euros.

Johnson, para argumentar su negativa a socorrer a Thomas Cook, utilizó un concepto que los economistas conocen bien y a la gente de la calle le suena a sacristía y agua bendita: hubiera supuesto un «precedente de riesgo moral». Es decir, supondría un incentivo a la perversión del mercado: si usted sabe que, haga lo que haga, el dinero de otros -del contribuyente, por ejemplo- le sacará las castañas del fuego, el sistema hace aguas. De incurrir en «riesgos morales» sabemos los españoles la intemerata. Desde el INI franquista, un auténtico asilo de empresas privadas fallidas, hasta el saneamiento de la banca con fondos públicos o el rescate de las autopistas, tenemos ejemplos a porrillo. Pero hay que andarse con tiento, porque la economía es casi siempre la ciencia de la elección entre lo malo y lo peor. ¿Acaso la implantación de un subsidio de paro no supone también un «riesgo moral» que podría desincentivar la búsqueda de empleo?

Boris Johnson no solo dejó caer al gigante. Incluso le dio un empujoncito, porque entre las causas de la quiebra de Thomas Cook -auge de las reservas por Internet, la incertidumbre del brexit y la depreciación de la libra- alguna tiene que ver con su persona. Bastaron unas palabras suyas, acerca del brexit y la posibilidad de una ruptura salvaje, para que cayese la libra y se encarecieran las cañas que bebían y las tarifas de los hoteles que ocupaban sus compatriotas de veraneo en España. ¿Cuánto? Aproximadamente un 5 % desde principios de agosto. Poca cosa en comparación con lo que puede venir si el divorcio se consuma por las bravas.

Boris Johnson dejó caer a Thomas Cook y el impacto se dejó sentir en España, principal destino de los clientes de la compañía. Quedan en el aire siete millones de viajes anuales a nuestro país. Los defensores de la mano invisible del mercado quitarán dramatismo a la cifra: otros operadores los traerán a nuestras costas y a nuestras islas. Tal vez. Porque nadie desea que la bancarrota de Thomas Cook signifique para el turismo lo mismo que la quiebra de Lehman Brothers acabó significando para el sector inmobiliario.