Cada cierto tiempo se presenta una obra de ficción que dibuja un horizonte apocalíptico, con el planeta asolado por guerras, una catástrofe nuclear, el cambio climático, un ataque alienígena o la rebelión de los simios. A veces entre el presente y ese mundo hay un triple salto mortal de diferencia y el entretenimiento le gana por goleada a la inquietud. Pero la serie Years and Years planta su utopía a la vuelta de la esquina. En un futuro tan cercano que da miedo. Hace que el espectador sienta vértigo imaginándose que avanza solo un pasito más allá de la locura actual. Sitúa a la sociedad británica ante el segundo mandato de Trump, el enfrentamiento con China, la precarización, los refugiados, el populismo, la tecnología, el brexit... Lanza el mensaje contrario al del brindis que se escucha estos días en todos los actos de graduación. Nos dice: «Alzad las copas y bebed, porque el futuro no es vuestro». Con toda la mala leche del mundo. Parecía que nada tenía importancia y, sin embargo, todo se va torciendo. El último capítulo no está a la altura del resto de la serie, porque prácticamente es imposible. Pero deja un discurso memorable, el de la abuela. «Qué idiota. No vi a los payasos y monstruos que se avecinaban. Cayendo unos sobre otros, sonriendo. Qué carnaval. Todos somos responsables. Podemos pasarnos el día culpando a otros. A la economía, a Europa, a la oposición, al clima y al incontrolable curso de la historia, como si no dependiera de nosotros, seres indefensos e insignificantes. Pero sigue siendo culpa nuestra. ¿Sabéis por qué? Por la camiseta de una libra. No podemos resistirnos. El vendedor se lleva cinco miserables peniques. Un campesino recibe 0,01. Y nos parece bien».