Que levante la mano quien no se haya dejado alguna serie a medias después de que le hayan destripado a traición alguna de sus partes más jugosas. Puede que eso no ocurriese en los viejos tiempos de la televisión única, cuando las revistas aireaban en portada que Chanquete había muerto aunque faltasen varios días para que Pancho helara el corazón de España. Pero en esta época de sobreoferta y picoteo la fidelidad a un título se cotiza cara y depende muchas veces de la intriga que captura al espectador hasta el final.
Esa cautela parece exclusiva de la ficción y no se aplica a otros géneros. En los concursos, por ejemplo, el tan temido spoiler tiene el efecto contrario y hace explotar la audiencia. Así es que las cadenas no tienen miedo a sacrificar la emoción desvelando lo que va a ocurrir. Los números hablan por sí mismos. En enero Pasapalabra fijó día y hora para que Fran González ganara el rosco y, lejos de ahuyentar al público, marcó su máximo histórico. Algo parecido le sucederá a su rival ¡Boom! cuando, en algún momento de este verano, Los Lobos se lleven por fin el anunciado botín de 6,5 millones. El equipo más longevo de la televisión se ha quedado tantas veces a un paso de completar la ronda final que verlos poner por fin en verde todas las respuestas se ha convertido para miles de seguidores en una deuda pendiente entre ellos y la televisión.