Recluidos en su ideología

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

26 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Según el periodista Carl Bernstein, investigador con su colega Bob Woodward del caso Watergate (que le costó la presidencia de EE.UU. a Richard Nixon), el drama informativo de hoy tiene sus raíces en el novedoso hecho de que «la gente ya no está interesada en la verdad igual que antes. Ahora cada uno está encerrado en su ideología».

Es una reflexión o conclusión cualificada que permite entender por qué los dardos mediáticos de hoy ya no le hacen tanto daño a la figura del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Bernstein cree que, si el caso Watergate se hubiese producido en el ambiente actual de los medios, «habría ahora mucha falta de información y mucha desinformación». Porque los tiempos han cambiado y no en la buena dirección.

Las noticias falsas y los blindajes ideológicos han modificado muchos parámetros. Con los ciudadanos parapetados detrás de sus sólidos idearios doctrinales, la información no fluye ni llega a su destino con el crédito incontestable de antaño. La credibilidad hoy se gana a veces a posteriori, es decir, después de que los muros se han debilitado o derruido y queda a la vista el trapacero interior de su andamiaje ideológico.

¿Por qué Donald Trump puede dormir tranquilo en el circo en el que se ha instalado? Porque tiene a su favor muchos de esos fortines ideológicos en los que se degluten diariamente sus noticias (las falsas y las verdaderas, tan inseparables). Esa mezcla informativa apuntala sus apoyos cívicos, dotándolos de argumentos ideológicos.

Dicho todo esto, cabría preguntarse si está en peligro el periodismo. Y la respuesta es: sí y no. Sí, porque la inteligente distribución de noticias falsas por cauces ideológicos interesados no ha parado de crecer. Y no, porque el periodismo serio, el que investiga en fuentes contrastadas y no sometidas a intereses bastardos, está aprendiendo a navegar en aguas turbulentas.

La batalla que estamos viviendo probablemente será larga, pero en ella también los ciudadanos aprenderemos a separar el grano de la paja y desarrollaremos detectores de las mentiras de servidumbre ideológica, puestas al descubierto por su propia reiteración y por la falsedad de sus argumentos. Pero nada de esto será sencillo ni fácil. Al tiempo.