De las verbenas

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

28 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribí hace algún tiempo en estas páginas el elogio del vocalista y ensalcé la banda sonora que tiene en las verbenas gallegas su sintonía. Desde San Martín hasta que el otoño ponga su música de ocres, morados y oro viejo por los caminos de As San Lucas, este viejo país es una romería, una fiesta, una verbena continua, que subrayan las bombas de palenque, los cohetes voladores que anuncian la procesión y preceden a la sesión vermú. 

No hay aldea, pueblo o ciudad que no tenga ese orgullo antiguo y campesino de celebrar el patrón con las orquestas que caben en la memoria popular, y la tradición de una formación, una banda, una orquesta dejó la huella de un cantante que regalaba su voz aterciopelada, la copla, y sembraba el valle campesino de melodías.

Santiago, Santa Ana y San Pantaleón eran la trilogía festiva de los últimos días de julio en torno a Viveiro. Celeiro, Magazos y Galdo hacían crecer nuestra fantasía de rapaces, citando a las orquestas que componían su programa. La Variedades o los Satélites, los modernos Players o la Compostela, la Gran Parada o Sintonía de Vigo, con sus crooners al frente eran las referencias musicales de los alegres días del verano. 

Cuantas veces me habré enamorado en una noche escuchando, bailando al son de los Pontinos, o la orquesta Alborada, en el salón del viejo casino de mi pueblo cuando la luna de agosto dejaba que las notas musicales la mecieran en la mar.

Mis recuerdos están poblados con la letra de las viejas canciones que fueron creciendo conmigo. Músicas de los setenta, la explosión joven de los años ochenta que cambió para siempre el ritmo clásico y consolidó el rock, la fiesta permanente de los grupos de la movida… y la música entró para quedarse en el mecanismo que mueve los cuerpos y vino para permanecer en letras que convertimos en himnos.

Y la verbena siguió vigente hasta convertirse en un show electrónico con demasiados componentes ajenos, con música enlatada, con bases musicales informatizadas, con derroche de luminoctenia y números circenses de contorsionistas en el escenario. Ya nadie dice que el vocalista canta como Pucho Boedo, son animadoras y animadores dominicanos, colombianos, cubanos y las orquestas que triunfan en las verbenas son los espectáculos visuales de la París de Noya, Panorama o el Combo Dominicano, que salpican con un exceso de letras machistas y el machacón e insufrible ritmo de reguetón toda la geografía gallega. 

Pero el cambio de paso de los tiempos es incuestionable mientras la verbena siga prevaleciendo como santo y seña de todos los veranos.

Era yo un mozalbete cuando escuché al promotor de las fiestas de una aldea cercana a mi pueblo, decir en el sumun de lo que él consideraba la máxima expresión musical, «para o ano traemos unha orquestra que só toca ópera, iso si, bailable». No llegaron a traerla