El ferrocarril gallego

Alejandro Pérez Lugín

OPINIÓN

12 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En casi todos los periódicos gallegos que se han ocupado estos días de la peregrinación coruñesa a Compostela leo la misma lamentación: ¡Lástima que no exista ferrocarril entre Santiago y La Coruña! Si estuviese construido el ferrocarril Carballo-Corcubión-Santiago...» ¿Pero qué falta para que ese ferrocarril, como los demás ferrocarriles de interés para Galicia, se hagan? Que los gallegos quieran. Tres líneas hay de vital importancia para esa región, que son el porvenir y la riqueza de Galicia. Mejor diremos, la vida de Galicia. La línea de la costa: Ferrol-Gijón, que no sería propiamente Ferrol-Gijón, sino Vigo-Gijón, o mejor París-Gijón-Vigo, la que, independientemente de la Compañía del Norte, una a Vigo con Castilla y la de Coruña-Carballo-Corcubión-Santiago que sobre todos los grandes beneficios que de ella han de derivarse reportará el de unir a Galicia con Galicia. ¿Vamos a demostrar una vez más el axioma de la conveniencia de cualquiera de estas líneas? Únicamente he de afirmar por lo que, a la segunda de ellas respecta, que no será amiga de Galicia en tanto no exista otra línea rival, que derivando el tráfico, le obligue a rebajar tarifas y a mejorar las condiciones del transporte de viajeros y mercaderías.

Verán los que entonces vivan cómo todas esas razones de imposibilidad de rapidez y mejora de material desaparecen y Galicia entra en el concierto de las demás provincias españolas, y es tratada con el mimo y la consideración que le son debidas. De estos tres proyectos de comunicación ferroviaria el único que está en condiciones de inmediata realización para estar concluido y en disposición de prestar servicio a los cinco años de comenzada su construcción es la línea Coruña-Carballo.

Invito a los lectores a mis informaciones publicadas en La Voz hace algunos meses acerca de este asunto. Ahora he de añadir que, mientras los eternos tañedores de esa guitarra que solo tiene una cuerda ¡y desafinada! del odio a Castilla, enemigos de Galicia que enseñan a la gente a no moverse y a no utilizar su fuerza, haciéndola creer que todo tiene que venir de las regiones del poder central, sin que, por lo visto valgan nada la voluntad y el trabajo de los pueblos, cantaban una y otra vez su embustera cantata, el Gobierno, sin gestión de los pueblos interesados y en su deseo de favorecer a Galicia con esta beneficiosa obra.

Ha otorgado unas ventajas tales a esta concesión del ferrocarril Coruña-Carballo como nunca jamás se han otorgado a ninguna línea férrea, condiciones que, al decir de los técnicos, aseguran un éxito pecuniario aún mayor que el que garantizan la riqueza agrícola y el tráfico industrial de la región recorrida. Sin embargo de esto, señores que despotricáis contra la meseta, ningún capitalista de cuantos podían interesarse en el asunto, digamos también de cuantos estaban obligados a interesarse en el asunto, aunque solo fuese para dar ejemplo, ha mostrado el menor deseo de conocer las condiciones de este negocio, y el ferrocarril Coruña-Carballo-Corcubión-Santiago, con todos sus estudios terminados, en condiciones, en fin, de comenzar a ser inmediata realidad en las obras de explanación y construcción, esperando el dinero que había de ir a buscarse al extranjero y que la guerra ha borrado del mapa, sufrirá eternamente el sueño del olvido, de la injusticia, si los gallegos no quieren despertarle.

Yo no sé si he dicho en estas columnas cuál era la situación de este asunto. La compañía concesionaria se disponía a hacer una emisión de obligaciones para comenzar la construcción de esta línea, sirviendo de garantía la linea recién terminada de Villalón. A los dos años, y con la garantía de lo entonces construido, se emitirían nuevas obligaciones hasta cubrir el resto del coste de las obras, y en cinco años, conforme a las condiciones de la concesión, quedaría la línea ¡a disposición del público.

El dinero necesario, treinta y ocho millones de pesetas en total, iba a buscarse -¡oh vergüenza!- en el extranjero. Serbia o Bélgica iban a ser las encargadas de aportarlo... La guerra ha echado por tierra todos estos planes. Hoy no es posible buscar dinero en ninguna de aquellas naciones y mañana... De vez en cuando, no con tanta frecuencia como seria mi deseo, yo me doy el gustazo de hacer una visita a mi buen amigo Joaquín Sánchez de Toca y oyéndole hablar con tan fundamentado conocimiento de tantas cosas como él sabe aprendo muchas que no sé. Hace pocos días estuve a verle. Naturalmente charlamos del tema único que hoy preocupa a los hombres. La guerra, me decía Don Joaquín con su clarividencia de las cosas, no es para nosotros la guerra misma, sino la paz, porque la paz se manifestará en los pueblos hoy en guerra con una carga abrumadora de necesidades. Todo lo que la guerra ha destruido se ha de reconstruir. Habrá que dar nueva vida a las industrias muertas; reconstituir la agricultura, la riqueza, todo en fin (...). Por patriotismo, pues, digo yo ahora, ya que no sea bastante el egoísmo mercantil debe ponerse toda la atención en estas obras de tan grande interés regional, nacional. ¿Pero cómo encontrar el dinero para empresa tal si todas las fuentes de riqueza están cegadas?, se preguntará. Y yo contesto, que ese dinero, los treinta y ocho millones de pesetas necesarias para el ferrocarril en disposición de ser construido sobre la marcha y, luego, conforme vayan haciendo falta, los demás millones necesarios para la construcción de los otros ferrocarriles y para la implantación de las demás grandes empresas que en Galicia tendrán suelo propicio en cuanto la dificultad de comunicaciones sea una leyenda que recordemos con dolor y vergüenza, los tienen los gallegos y los asturianos. No me refiero únicamente al pequeño capital que frente al egoísmo, el miedo o lo que sea de los grandes capitalistas gallegos está dando ejemplos tan dignos de imitación como el de los accionistas del tranvía coruñés para su construcción primero, su transformación después y para la ejecución de ese proyecto tan interesante y tan beneficioso para La Coruña del tranvía de las Mariñas. El dinero para esta y para las demás grandes obras y empresas que han de contribuir al engrandecimiento y prosperidad dé Galicia (...) haciendo de nuestra amada región la más rica de España está en manos de los gallegos y de los astures ricos y de mediana fortuna de América.

Los eternos tañedores de esa guitarra que solo tiene una cuerda ¡y desafinada! del odio a Castilla, enemigos de Galicia que enseñan a la gente a no moverse y a no utilizar su fuerza, haciéndola creer que todo tiene que venir del poder central