Un buque muy tróspido

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MIRA Y VERÁS

OPINIÓN

23 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha vuelto Quién quiere casarse con mi hijo a Cuatro, ya estamos en su quinta temporada, y ha regresado con fuerza ese adjetivo magnífico que viene a definirlo todo, todo lo que últimamente tenemos alrededor; todo este universo irreal tan auténtico que nos ha tocado vivir: tróspido. Esa palabra que, cómo no, tuvo que crecer y desarrollarse en las redes, que nació de la boca de un gallego -«Pódeste casar cun primo, pero sáenche fillos tróspidos»- y que otro gallego lanzó al estrellato para nuestra fortuna. Gracias. Gracias. Gracias. No solo porque el «conceto es el conceto», sino porque nos ha creado otra realidad. La misma que televisivamente ha cuajado de modo brillante y original en Cuatro, dando sentido -mucho sentido del humor y frescura- a un tipo de entretenimiento. Con un ese punto histriónico, de repelús, que aun provocando extrañeza tiene tanto magnetismo que atrapa. Tróspido puedo ser cualquier cosa, cualquier cosa resesa, hiperreal o hipnótica. Y tróspida es esta política que nos ha tocado padecer, con detalles que nos desencajan y nos asombran tróspidamente. El último ha sido el buque Moby Dada, el buque Looney Tunes que desembarcó con la policía en el puerto de Barcelona como salido de una película de guerra muy animada. «¡La pinta, La Niña y el San Piolín!». Qué descubrimiento. El nuevo mundo es tróspido. Es nuestra conquista.