Todos los días toca

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza EN VIVO

OPINIÓN

04 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya unos años, compartiendo una de esas cenas de amigos en las que los temas van saltando de lo humano a lo divino en un zigzag delicioso, comenté el reciente fallecimiento de un conocido. Entonces, una de las personas con más sentido común que he conocido -Genaro Borrás, el que fue médico muchos años del Celta y de la selección española de fútbol- lanzó una de sus verdades, usando el lema que se había hecho popular en los anuncios de la ONCE: «Esto es como los ciegos, Rafa, todos los días toca...», me dijo. Y es verdad.

Leí una vez que las posibilidades -estadística díxit- de morir que tiene cada español diariamente son aproximadamente las mismas que tiene de que le toque la lotería. Es cierto que, salvo muy raras excepciones, todos preferiríamos el metálico que la tierra, pero eso no quita lo inevitable: de aquí no sale nadie vivo. Por eso, muchas veces comentamos eso de que hay que intentar ser feliz, que es lo que uno se lleva.

Me parece bien, pero creo que hay que intentar ser feliz para que la gente que te rodea, a la que quieres, sea feliz. Que eso es lo que uno deja. Recordé esta historia, por desgracia, al enterarme el otro día del fallecimiento de otro colega -Luis González Canedo- que compartía con Genaro muchas cosas. Los dos eran hombres del fútbol, a los que sus pacientes adoraban, y diferentes razones (la edad, los achaques, la antigua lesión de la rodilla) los habían hecho acabar en el tenis y el pádel para poder seguir divirtiéndose y competir, porque amigos, amiguiños, sí, pero si la bola se fue fuera, no me toques las narices que aquí venimos a reírnos pero también a ganar, ¿eh?

Los dos tenían una forma sencilla y directa de decir las cosas, llana, que enmascaraba -como si les diera casi vergüenza que se supiera que sabían mucho- sabiduría, reflexión y horas de estudio. Y los dos eran buena gente. Divertidos, buenos padres, buenos amigos de sus amigos... En fin. De los que te llevarías sin dudar a un viaje por muy lejos o incierto que fuera el destino. De los que estoy seguro de que se han llevado puesta una cantidad ingente de felicidad y de risas, pero también de los que han dejado esa misma carga aquí. Para que los que los han querido sigan haciéndolo. Y que cuando se pasa la pena, permanezca la sonrisa de las anécdotas, las historias peculiares que parecen dibujar a un ser diferente entre todos los millones que somos, y sigan calentándonos un poquito el alma, que bastante necesitada está la pobre. Y por supuesto, de los que dejan un vacío enorme cuando se van, que evoca perennemente sus figuras, pero que paradójicamente, ellos mismos llenan. En fin, personas que de verdad pueden descansar en paz, sea donde sea que están.

Y en esas, pienso siempre que nos haría falta que hubiese más personas así. Pero desgraciadamente, a esa maldita lotería jugamos todos cada día, y se lleva a unos y a otros. Aunque algunos lo olviden y parezcan creer que si son más egoístas, o agresivos, o abusadores o -simplemente- más cabrones, van a librarse del premio gordo o se van a llevar algo más cuando toque. Porque llevarse, no sé lo que se llevarán, pero estoy seguro de que van a dejar mucho menos aquí, que es lo que de verdad cuenta.