Balti, presidente

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

16 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Debo confesar que nunca me ha apasionado lo que ocurría en el Parlamento de las Islas Baleares. Quizá me quedaba demasiado lejos, o quizá pocas veces desarrolló alguna actividad que me suscitara interés informativo. Pido disculpas por ello y me dispongo a rectificar. Debo hacerlo, porque esa Cámara ha elegido presidente a Baltasar Picornell, conocido como Balti, y profesional de prestigio en la carpintería metálica, oficio en el que trabajó hasta ser elegido parlamentario en las filas de Podemos. Su ascensión merece un respeto, porque hasta ahora los presidentes de estas instituciones solían buscarse entre abogados y gente así, pensando, quizá, que esos puestos requerían una alta preparación y exigían otro tipo de perfil institucional. Errores clasistas, sin duda. Baltasar, Balti, rompe esa norma no escrita y lleva a las alturas un oficio noble, aunque no pensado para presidir una cámara de representantes.

Balti, según los perfiles que he podido ver, viste a la moda, con uno de esos pantalones rotos y cuida su aspecto físico. Se distingue de Pablo Iglesias en que no lleva coleta, sino moño, luce pendientes en sus orejas, como su colega de presidencia Ana Pastor, pero se distingue también de otros presidentes en que lleva un tercer pendiente en la nariz. Vestirse de otra forma sería demasiado burgués, propio de la casta y, aunque admite que puede hacer alguna excepción, no considera necesario «disfrazarse» para presidir o para asistir a las recepciones del rey en Marivent.

Culturalmente es una reencarnación de Juan Ramón Jiménez, que escribía Antolojía con jota, y él escribe «heridas habiertas», aunque heridas las pone con hache. Con gran austeridad evita poner tildes en bastantes palabras, lo cual creará escuela por el espíritu revolucionario que le adorna. Le adorna tanto, que he seleccionado algunas de las frases que definen su depurado sentido de la observación política. Para Balti, que se ha definido siempre como «comunista, anticlerical y filocatalanista y antitaurino», la Monarquía es un «régimen podrido». La Iglesia nos ha robado el patrimonio público. Y la idea de España no le parece exactamente digna de reconocimiento y, por tanto, propugna una Federación de Repúblicas Catalanoparlantes, entre las que supongo que estaría la República Balear.

No me digáis que no es para seguir de aquí en adelante las informaciones de su Parlamento. Estamos ante una oportunidad histórica: la de descubrir la auténtica «nueva política» en lo formal, en lo ideológico y en lo cultural. Es la gran ocasión que nos brinda Podemos que, al fin, logró la gran conjunción: ser un partido de profesores, pero tan abierto que catapulta a un carpintero metálico. Aprenda, señor Rajoy.