De pasiones y aficiones

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

30 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Terminaba mi colaboración del pasado sábado con un deseo para que no descendiera de categoría el Deportivo. Se cumplió milagrosamente y sigue/seguimos siendo de primera. Nunca lo habíamos dudado, aunque vimos el precipicio desde el mismo borde.

El domingo fue otra historia. Pero me he propuesto darme una tregua antes de escribir del influjo de la luna en las mareas y en los ciclos de las pleamares y la bajamar, sin apelar siquiera al viejo principio kennedyano que asegura que cuando sube la marea suben todos los barcos.

No haré referencia por ahora a euforias incontenidas ni al aquí no pasa nada, y no voy a entrar en el anunciado new deal de recuperar -¿cómo?- la calle que el presidente Feijoo proclamó ante los cuadros dirigentes de su partido con un afán transversal de instalar un nuevo lenguaje a la vez que se maquillan los cuadros con incorporaciones más jóvenes. Ya veremos.

Evitaré escribir acerca de los socialistas que apuntalan su partido con tesis que bordean los más irreflexivos análisis en una aparentemente suicida política de alianzas que me obliga a exclamar una vez más: «al suelo, que vienen los míos». Hoy toca otra de las pasiones de los españoles: el fútbol.

Desde mi moderada afición reintegracionista por normalizar mi tibia relación con el deporte mas popular, me atrevo con osadía a opinar sobre las aficiones -por cierto, esta palabra, que procede de la voz afecto, es una excepción singular en español, en portugués es un bello término: amador; dilettante es como se escribe en italiano, y en inglés, francés e incluso alemán, han optado por escribir amateur, en una convención gramatical unánime-. Y mi opinión tiene que ver con la constatación de esa alegría popular, eufórica que producen en la ciudadanía los triunfos de las escuadras, de los equipos de fútbol, que es una pasión irracional -como todas las pasiones- que desborda domingo a domingo los ánimos de quienes aman y defienden a ultranza unos, sus, colores. No oculto mi alegría por los ahora escasos triunfos del Dépor. Ha crecido en mí una extraña afición que no tenía prevista. Desde hace pocos años he normalizado mi relación con el fútbol, y me adscribí al equipo de mi ciudad gallega de referencia. No sufro, pero me apeno con los resultados adversos, y constato una nueva narrativa cercana a la épica popular cuando con humildad impropia de una aprendiz de tiffosi hablo de fútbol. Ya no le doy la espalda a este deporte, aunque sigo siendo crítico con lo que rodea a los equipos, con la superestructura, con el dinero desorbitado que exige un fichaje, con los presupuestos de formaciones modestas, con la soberbia de los equipos líderes, con el mundo de las apuestas, con la objeción fiscal, con la deuda del fútbol y con las corrupciones en las cúpulas. Y dicho esto, no puedo evitar felicitar a los muchachos adiestrados por Víctor Sánchez y la actual directiva del Deportivo, por darnos la alegría de continuar la próxima temporada en la primera división.