A ochocientos kilómetros de Lugo, en un lugar del antiguo Reino de Valencia, no ha mucho tiempo cobraba un gobernante local llamado Alfonso Rus Terol. Hombre influyente en el reino, porque, según la Wikipedia, dudosa fuente de toda sabiduría, el señor Rus es hombre influyente, porque regenta el municipio de Xátiva, preside la Diputación Provincial de Valencia, es diputado autonómico y también preside el Club Deportivo Olímpic de Xátiva. Lo que se dice un nombre de pro. Según sus propias cuentas, lleva 32 años en el primer plano político y durante ese largo tiempo nunca nadie tuvo nada que reprocharle. Pero de pronto surgió una grabación de voz, y en esa grabación el señor Rus cuenta mil, dos mil, hasta los doce mil, y parece que son euros. Las tertulias hablaron mucho de él y de su afanosa contabilidad.
Me quedé pensando en un detalle: muchos políticos han cobrado comisiones en este país y pocos suscitaron tanta escandalera. Es más: 12.000 euros es una cantidad enorme para ser un soborno, suponiendo que lo sea, pero es pequeña si se compara con los millones que se atribuyen al clan Pujol, los de Luis Bárcenas o los que dijo tener ese beneficiario de los ERE de Andalucía que confesó tener dinero «para asar una vaca». ¿Cuál es la gravedad de Alfonso Rus? Ay, amigas y amigos: es que lo han pillado contando la pasta. No cobrando, sino contando lo cobrado. Es la cazada con la boca en la masa. Es el desmentido de los sobres cerrados y entregados de forma subrepticia. Es el dinero contante y sonante, aunque los billetes no suenen. Es la cara obscena, casi pornográfica, de la corrupción.
Ya sé que Alfonso Rus es inocente, aunque sea militante del PP. Ya sé que no se entiende que los hechos hayan ocurrido hace nueve años y nadie se haya enterado, aunque en Xátiva se hablaba de esa grabación. Y ya sé que lo caritativo sería hoy compadecer al Partido Popular, al que en dos días le saltó este alcalde, el juez que dice que lo de Bárcenas no fue indemnización diferida, sino relación laboral camuflada y la revelación de la existencia de caja b desde la prehistoria, es decir, desde Rosendo Naseiro. Pero un tipo tan meticuloso como Rus, que cuenta los billetes en voz alta, como para tener más garantías, es un tipo que se convierte en símbolo. Nada de paraísos fiscales ni depósitos en el extranjero, que después pasa lo de Rato. El dinero, en fajos, que es como no se nota y pasa desapercibido a Montoro. Y la gratitud del pueblo soberano, a las grabadoras ocultas. Si no fuese por ese avance tecnológico, la mayor parte de los escándalos de corrupción se quedarían sin descubrir. Aunque todavía falta un detalle: la cámara oculta para recrearnos en la cara que pone el receptor.