Retóricas tóxicas

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

14 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El momento de la verdad está llegando en la negociación entre el Gobierno griego y sus acreedores. Finales de abril marca el límite para la entrada de la deuda helena en situación de impago, lo que en las condiciones que impone una unión monetaria, equivaldría a colocar una bien inclinada rampa para su salida de la eurozona. Se llega a esta situación en condiciones al menos aparentemente precarias: todas las partes, sobre todo los Gobiernos alemán y griego, han dispuesto baterías de negociación muy agresivas que, en el mejor de los casos, pueden verse como meras representaciones escénicas, y en el peor, como un camino que reduce a casi cero la probabilidad de acuerdo. O sea, un camino hacia el abismo.

En las próximas semanas comprobaremos hasta qué punto se impone una u otra percepción. Esas estrategias de choque habrán dejado, en todo caso, un legado de retóricas tóxicas, en la que no han faltado alusiones negativas al carácter de los respectivos pueblos, que es lo último que necesita el proceso de integración europea. Es verdad que arrastramos ese tipo de diatribas desde el comienzo de la crisis («los vagos del sur que viven a nuestra costa», etcétera), pero es ahora cuando se han llevado al extremo.

Quizá tenga también algo de pura representación la insistencia de algunos dirigentes europeos en que en este momento una eventual grexit (salida de Grecia de la eurozona) ya no causaría grandes problemas: dada la reubicación de su deuda -los acreedores ya no son sobre todo bancos centroeuropeos, sino Estados y organismos multilaterales- y los potentes cortafuegos erigidos por el BCE, las posibilidades de contagio a otros países son ahora mucho menores que en el 2010 y el 2012. El único perdedor, se dice, sería el propio país heleno, que se hundiría sin remedio en una espiral de crisis bancarias, devaluación masiva y contracción productiva.

Esta visión es un gravísimo error. Sin duda, los griegos sufrirían lo indecible en los próximos años. Pero el conjunto del proyecto europeo se vería negativamente afectado. Sobre todo porque con ello se abriría de par en par la vía de salida, lo que en posteriores episodios de crisis dentro de la unión monetaria -que los habrá- tal vez constituya una amenaza seria para su estabilidad básica y su propia continuidad.

Y no sería raro, por cierto, que eso mismo origine algunas dosis de nerviosismo en los mercados, y por tanto acaso tenga también consecuencias imprevistas en el corto plazo. Habrá que tener cuidado, pues las armas de la retórica a veces las carga el diablo.