Abril

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

11 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Contar abril, cantar abril, escribir abril es clavar un dardo en el centro de la diana de la primavera, es subrayar la luz con esa transparencia de cristal colgada del paisaje, ver cómo desciende el cielo y se posa en las copas de los árboles mientras el oro viejo del toxo florecido festonea de amarillos dorados el horizonte más cercano.

Abril es solo una estrofa del largo poema de la vida, una bisagra entre dos tiempos, la tarde crecida descorriendo perezosa la cortina de la noche, mientras abril es una obsesión juvenil que te acompaña desde siempre.

Abril es el manifiesto de la naturaleza, el programa electoral más incuestionable, la plataforma desde donde se puede cambiar el mundo, la lista abierta de lo que nunca concluye.

Es una tarde para morir un jueves en París como César Vallejo, el viaje más corto a una pasión infinita, el lugar donde se ocultan las caricias, un mes fugaz para encontrar reposo.

La carta no escrita de una voz a ti debida, cuánto me alegro de que todos estéis bien, por casa no nos va mal, tuyo que lo es, firmado y rubricado en abril a tantos de tantos de aquel año. Y huye raudo como un bandido, abril que anuncia mayo como constatación de un milagro que pervive. Y Cervantes y Shakespeare mueren cada día 23 celebrando la magia de la palabra, la maravilla impresa de la literatura mientras Sabina se empeña en proclamar preguntando a quien sepa responder que quién le ha robado el mes de abril, la respuesta es un ensalmo certero que asegura que lo guardaba seguro en un cajón, el mismo que guardaba su corazón.

Y Dylan tararea canciones de carretera, himnos que bien podían firmar Carver o Bolaño, o Kerouac. Dime, primavera, quién te dejó en depósito abril por treinta días, calendario de lunas escrito en semanas santas con banda sonora del Miserere y saetas que rompen en las gargantas. Y las ferias del sur cabalgadas al compás con sabor a manzanilla y copla.

Y la luz, toda la luz colándose por las miradas, y azul es la mar quieta mientras llueve abril por toda la tierra conocida.

Y hay un geranio dibujando rojos en una ventana, y las acacias estallan en amarillos, y los prunos se mudan vergonzosos mientras por el Jerte se cuelgan las cerezas de los árboles encanecidos y yo sueño un cerezo rosa que pone música a mi melancolía, y cruza un vencejo escribiendo sonetos en el aire, y digo abril y se despierta la mañana, todas las mañanas de abril proclamando, pintando mensajes clandestinos en las tapias, poemas y haikus que caben en una sola línea, y digo abril y saludo primaveras.