A pesar de que la economía se ha globalizado, y de que nuestra moneda y nuestras políticas comerciales tienen dimensión europea, el análisis económico sigue anclado a viejos modelos que, aunque sirven para provocar fuertes dolores de cabeza a los políticos, no creo que sirvan para mucho más.
La duda afecta al análisis sectorial, ya que difícilmente se pueden separar el sector lácteo o el hortofrutícola de España, por poner un ejemplo, de las tendencias del consumo y la economía de Europa. Pero el problema alcanza niveles de puro ridículo en el análisis territorial, donde la fragmentación del análisis responde a criterios políticos de muy escasa racionalidad, que suponen que Murcia, La Rioja o Cantabria, por ejemplo, por ser comunidades autónomas, son susceptibles de ser analizadas, separadamente, en relación a la crisis. El problema es tan viejo que ya San Mateo (9: 16-17) dejó excelentes advertencias sobre el asunto: «Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama». Pero ahora somos laicos y andamos a vueltas con Piketty -cuya teoría durará mucho menos y venderá muchos menos libros que San Mateo-, y nadie advierte que una enorme verdad que yo les comunico -que el PIB de Forcarei lleva dos décadas en caída libre- puede significar que nuestra economía se está modernizando y haciendo competitiva. ¿Es posible analizar una crisis global mediante una suma de análisis territoriales que apuntan a diagnósticos y remedios sin contexto explicativo? ¿Tiene Feijoo alguna capacidad de modificar los indicadores básicos de la economía gallega si esta depende de sectores o de ingresos que no tienen determinación territorial? ¿Se puede servir al país demostrando que el consumo gallego crece menos que el español como si no supiésemos que otras veces, con los mismos méritos y por las mismas causas, el consumo gallego se mantiene mejor que el español? No diré que todo esto es inútil para conocer y modificar los procesos económicos. Pero sí diré que hacer política con estos instrumentos es lo mismo que llevar un petrolero por el océano alumbrando las olas con una linterna.
Porque un viaje a Basora puede acabar en Valparaíso, y no sería el peor final de los posibles. Lo que no sé es por qué salgo a decir esto. Porque para eso hay conselleiros de Economía, presidentes, banqueros que heredaron del FROB y diputados que, además de cobrar por ello, se beneficiarían de centrar bien los debates. Porque a mí, a fin de mes, me da igual, ya que mi fragmento de Estado -que es la Universidad- sigue pagando bien, y desde la perspectiva parcial de las rentas de los funcionarios, ha capeado con bastante donaire la mar arbolada de la crisis.