Podemos, el PSOE y la deuda

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

27 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La colosal montaña de deuda pública acumulada amenaza con aplastar las economías de la eurozona. En España pronto rebasará el 100 % del PIB y su coste anual, pese a los bajos tipos de interés actuales, absorberá tantos recursos como los destinados a educación o sanidad. ¿Cuánto tiempo podremos soportar esa losa sin que se produzca un crac de incalculables dimensiones? Esa es la cuestión.

Ante la espeluznante escalada hay tres posiciones: la oficial, la que aboga por una quita parcial y ordenada, y la que, aún previendo sus efectos negativos, considera ineludible una reestructuración de la deuda. La primera, representada por los partidos de orden y de gobierno, hace hincapié en las nefastas consecuencias de una reestructuración, máxime si es acometida a la brava y en solitario por un solo país, con el riesgo de ser expulsado de los mercados. Lo acaba de expresar Jens Weidman, presidente del Bundesbank, refiriéndose al caso español: «Por supuesto que se puede recurrir a una reestructuración de la deuda como recurso final», pero añade que nunca sería su primera opción. Lo que no aclara el halcón alemán es cuál sería su primera opción. ¿Cómo frenar y desinflar la burbuja? A esto no responde: solo nos deja la fe ciega del carbonero.

Del otro lado están quienes defienden una quita, aunque sea como mal menor o como destino inevitable. Postura discutible, pero perfectamente razonable y respetuosa con el funcionamiento del sistema financiero. Pero esa posición, cada vez compartida por más economistas y por más ciudadanos, no tiene -o no tenía- partido político que la canalice. El PP, por principio, y el PSOE, hasta ahora por seguidismo, no están por la labor. Y es en este contexto donde encajan las certeras palabras de Wolfgang Münchau, publicadas en el conservador Financial Times: «Es una tragedia que los únicos que defiendan políticas sensatas como la reestructuración de la deuda sean partidos de la extrema izquierda. El auge de Podemos muestra que existe una demanda de políticas alternativas». Es decir, la deuda galopante tiene sendos efectos perniciosos. Uno, económico: amenaza con sumir a Europa -y a España- «en un invierno nuclear». Otro, político: proporciona munición al partido de Pablo Iglesias.

Fíjense bien: no abogo por una reestructuración de la deuda, aunque sospecho que será un trago obligado. Simplemente afirmo que los defensores de esas posiciones no tienen voz política en el establishment y la buscan en los aledaños del sistema. Por eso al PSOE le crecen los enanos y Pedro Sánchez comienza a rectificar viejos errores, como el de implantar un corsé fiscal nada menos que en la Constitución. Quizá ha releído la sentencia de Warren Smith: «La única regla buena es la de que el presupuesto nunca debería estar equilibrado, excepto en el instante en que un superávit destinado a reducir la inflación se viera alterado por un déficit encaminado a combatir la recesión». Tal vez por esa vía halle elementos que lo distingan de la derecha. Aunque tenga que penar con el sambenito de padecer el «síndrome de la coleta».