La sociedad de mercado

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

18 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Los Estados Unidos son la avanzadilla mundial de lo que sucede cuando la economía de mercado invade e impregna todos los ámbitos sociales: una inquietante sociedad de mercado. Entonces los derechos dejan paso a los precios, con lo que triunfará -para muchas necesidades humanas- la opción más barata, la de menor coste. Acto seguido, las grandes empresas globales, que producen a menor coste sin importar cómo, eliminarán la competencia de las empresas locales y concentrarán un enorme poder sobre el mercado. Veamos algunos ejemplos para entendernos mejor.

En el derecho a la protección de la salud y el medio ambiente rige en la UE el principio de precaución, según el cual una empresa debe demostrar que su producto (por ejemplo, un alimento modificado genéticamente) a largo plazo no es dañino. Sin duda, esto prolonga los estudios y los costes necesarios. Es un derecho y una precaución que tiene un coste y encarece (pudiendo llegar a frenar) el producto. En EE.UU. no rige ese principio y así esos alimentos baratos inundan los mercados.

Lo mismo sucede con determinadas técnicas de engorde y crecimiento de animales para consumo humano que allí están permitidas, con lo que se consiguen alimentos más baratos y abundantes. Aunque se teme que esos alimentos no sean ajenos a la proliferación de ciertos tumores. Otro tanto sucede con cientos de sustancias incorporadas a los cosméticos, eso allí permite costes y precios más bajos a cambio de mirar para otro lado en la garantía de los consumidores en su derecho a la salud.

Bien se ve que, por este camino, derechos laborales que aún existen en la UE pueden considerarse un coste inconveniente para las empresas de los EE.UU. Así, los seguros públicos de desempleo, los sistemas de pensiones y el derecho a una pensión suficiente, la cobertura sanitaria universal,? son cosas que encarecen la producción. Una sociedad que prime el mercado y los precios sobre los derechos conseguirá siempre competir más barato con otra que no lo permita.

Las patentes farmacéuticas o los derechos de propiedad intelectual son ejemplos de lo mismo. Si las patentes duran más, las empresas tendrán menores costes privados, pero la sociedad en su conjunto tardará más en beneficiarse del conocimiento. Lo que, por ejemplo, explica que las enfermedades no rentables, como el ébola, no cuenten aún con remedios contundentes.

Pues bien, amigo lector, sobre estos asuntos se negocia -ya van en la séptima ronda- en secreto desde el 2011 un Tratado de Libre Comercio entre EE.UU. y la UE; un acuerdo que permitirá a las empresas multinacionales igualar a la baja las normas de responsabilidad social y de precaución, normas que aún nos permiten defender la calidad frente a los costes, los derechos frente a los precios. Y será así para casi todos los mercados salvo en el sector financiero, donde se da la casualidad de que en EE.UU. las regulaciones sí son más rigurosas.

El pasado domingo este tratado recibió un nuevo impulso, con una declaración conjunta firmada en Australia por varios Gobiernos europeos -entre ellos, el nuestro- y Barack Obama.