Un poco de Matute es mucho

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

25 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Este otoño de hojas muertas está resultando un otoño de hojas muy vivas. Hasta tres libros extraordinarios llevamos de autores españoles. El último Marías, lo último de Ana María Matute y lo nuevo (no es ficción, es autobiografía) de Luis Landero es literatura decantada por la excelencia. Como una cosecha que quedará. Lo último de Matute, porque fue lo último que escribió, aquejada ya de fuertes dolores, la dama de las letras, Ana María. El libro, Demonios familiares, se desgajaba de su anterior trabajo, Paraíso inhabitado, y pronto la historia, breve e intensa, se fue por otros lugares. Son apenas 172 páginas sin final (la escritora falleció antes de terminarla). Pero un poco de Matute es mucho. Julio del 36. Una pequeña ciudad del centro de España. Y una joven, Eva, que vuelve a la casa familiar tras la quema del convento en el que estaba como novicia. Hija de un militar lisiado en Marruecos, la muchacha decide vivir, abrirse a una vida que antes su padre le había prohibido. Y es ahí donde resplandece el mundo de Matute, donde la realidad es mágica. Y se hace magia con respirar. La prosa es de lujo, marca de la casa. «Eran las noches en las que crujían las maderas de la casa como lamentándose por haber sido arrancadas del bosque». Ana María trabaja hasta el final, su final, con María Paz Ortuño, quien escribe unas notas como epílogo del libro en las que da fe de la autoexigencia que Matute se impuso. «Menos es más», le decía, y tachaba y volvía sobre los párrafos para que los brillos se quedasen en esencia. La despedida de una hada.