Susana Díaz

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

21 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Los que todavía no hemos tenido la suerte de oírle un discurso verdaderamente inteligente a Susana Díaz, presidenta de Andalucía, tenemos dificultades para corear su nombre como la salvación del PSOE. Es verdad que dice cosas elementales y rutinarias, como hizo en su jaleado discurso en Madrid en defensa de la unidad de España y contra el proceso soberanista catalán. Pero, ¿acaso podía haber dicho algo más simple y básico, algo más esperado? Creo que no, pero en el PSOE parece haber una extraña angustia por la supuesta carencia de un líder carismático, y muchos socialistas se empeñan en soplar cada vez que hay ocasión para ver si suena la flauta y surge un nuevo Felipe (o Felipa) González. El juego es peligroso porque les impide ver y valorar lo que ya tienen.

Hacer de menos a líderes acreditados como Alfredo Pérez Rubalcaba o Ramón Jáuregui es un craso error, porque ellos sí que representan la posibilidad de favorecer un relevo acertado, sin golpes de mano ni extraños oportunismos. El PSOE no puede jugar a vendernos humo. Ni Carme Chacón, ni Patxi López, ni Eduardo Madina acreditaron representar una verdadera opción de relevo. Ni el olvidado Zapatero, claro. Porque lo primero que hay que recuperar es la militancia de los mejores (o los mejores para la militancia) y, a partir de ahí, no será nada difícil encontrar la joya de la corona que ahora se busca a la desesperada. La joya que permita ganar y ganar y ganar y ganar...

Susana Díaz se está defendiendo con relativa habilidad en la presidencia de la Junta de Andalucía. Ha aprendido de Chaves y de Griñán, que no son unos linces, pero que sabían manejarse en el poder, y está aplicando sus enseñanzas. Ha copiado algunos modales de Felipe González y se ha rodeado de infatigables palmeros que hacen todo por ensalzarla. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol. Pero hay que darle tiempo para ver lo que ella da de sí. Puede que crezca o puede que no.

Todavía no hay razón para anticipar una cosa o la otra. Puede suceder que un día asome incontestable su liderazgo. Pero que no se precipiten a aplaudirle a ciegas ahora, para huir de no se sabe qué miedo al vacío. Porque el verdadero vacío está en la cabeza de quienes quieren ver lo que aún no hay.