La reforma fiscal del sube-baja

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

18 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace ya un cuarto de siglo, Paul Krugman posó su mirada crítica sobre la información económica que ofrecían los periódicos. La denominó «literatura del sube-baja»: sube la bolsa, baja la prima de riesgo, suben los impuestos, baja el empleo, sube la morosidad, baja el crédito... Y así hasta el infinito. Una montaña rusa de datos que poco explican y nada solucionan. Cierto que, en la autopsia, tampoco salía bien parada la literatura económica «en griego», esos tochos académicos, laberínticos y herméticos, donde la jerga utilizada solo busca enmascarar la vulgaridad -o la ausencia- de las ideas.

Contra lo que cabría esperar, tratándose de tan doctos y prestigiosos profesores, los expertos de la reforma fiscal han optado por la literatura del sube-baja. Sugieren bajar el IRPF y subir el IVA. Aconsejan bajar el impuesto de sociedades y subir los impuestos especiales. Recomiendan bajar las cotizaciones empresariales y establecer copagos de servicios públicos. Proponen suprimir patrimonio y transmisiones, y multiplicar el IBI. Plantean aligerar las cargas sobre el ahorro y penalizar más el consumo. Oh, balancé, balancé.

Lo que no encuentro en el informe es una respuesta clara, contundente y positiva a las cuatro cuestiones fundamentales de toda reforma tributaria: ¿Garantiza la suficiencia de recursos y evita el colapso de la recaudación cuando la economía tropieza? ¿Contribuye a suturar la enorme brecha que ha convertido a España en el país de la UE con mayores desigualdades sociales? ¿Supone un estímulo para engrasar la actividad productiva? ¿Tapona las malolientes alcantarillas del fraude por las que se escurren tanto los dineros públicos como la equidad del sistema?

«No hemos dejado títere con cabeza», dijo el presidente del comité de expertos, Manuel Lagares. Y no es verdad. Muchos títeres han sido indultados y escapan a la guillotina. Algunos no solo conservan la testa, sino que llevan camino de convertirse en gigantes y cabezudos. No hay más que mirar quiénes ganan y quiénes pierden. Ganan las rentas del capital, los beneficios empresariales, las grandes fortunas: pagan poco y pagarán menos si el dictamen de los sabios va a misa. Pierden los de siempre: las familias de ingresos menguantes e IVA creciente. Para ellas, la cesta de la compra -solo calderilla para el bolsillo pudiente- se transforma en un lujo. Y llegar a fin de mes, en un milagro.

Un ejemplo certifica la filosofía regresiva que inspira la propuesta. Aboga por eliminar el impuesto que grava patrimonios superiores a 700.000 euros y, paralelamente, propone castigar la vivienda habitual -el único y devaluado patrimonio de la mayoría- por dos vías: imputándole una renta a efectos de IRPF y subiendo el IBI a la estratosfera. Una prueba más de que, en el perverso juego del sube-baja, siempre pierden los mismos.