¡Mira quién baila!

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

04 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo llamaron Global Forum Spain, así en inglés, que luce más, aunque en realidad se trataba del ¡Mira quién baila!, el programa que, por sí solo, justifica la existencia de la televisión pública. Al concurso, realzado esta vez por las candilejas del Guggenheim bilbaíno, acudieron experimentados artistas y eficaces instructores internacionales. Los Poty de la economía. Los coreógrafos de la danza (trágica) de la crisis.

Solo he visto bailar a la primera pareja, la formada por Jeroen Dijsselbloem y Christine Lagarde, pero me hago una idea del espectáculo global. Consta de tres partes: palabras de aliento y de felicitación -con reparos- dirigidas al país anfitrión, demostración de giros y cabriolas que debe aprender el discípulo para la siguiente fase, y, por último, mención ritual a lo importante, que nunca debe ser confundido con lo urgente, como bien aclaró Rajoy en su día.

De la palmadita en el hombro solo cabe medir su intensidad. Y esta no parece haber sido mucha. Atravesamos el cabo de Hornos con viento en popa y a toda vela, y la cicatera directora del FMI, en vez de ensalzar al heroico Magallanes, se limita a indicar que España «ha doblado la esquina». No solo eso. Acaba por verter todo el jarrón de agua helada sobre la cabeza hirviente del triunfalismo: «Llegan buenas noticias desde España, pero podrían ser mejores». Siempre un «pero» nos separa de la felicidad plena.

De peor digestión son los deberes que nos ponen. Ahora toca reformar la reforma laboral que reformó la reforma de Zapatero. No se trata de un trabalenguas, sino del nuevo chachachá: los salarios deben bajar más, y más, y mucho más. Hasta que a los aprendices de la academia, ya con el cuerpo sembrado de cardenales, se les descoyunten las articulaciones. Lo dice Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo: «Tenemos que hacer más» (No sé por qué coño habla el holandés en primera persona; meses atrás no se andaba con tapujos: los españoles, decía entonces, tienen que «trabajar más duro y más largo»). En compensación, la directora del FMI no trajo esta vez la motosierra de podar salarios. Se limitó a recomendar que se «profundice» en la reforma laboral con el fin de rebajar costes laborales «no necesariamente salariales».

Emitidas las consabidas referencias al empleo, la víctima agonizante que nunca encuentra plaza en urgencias, el programa remató con popurrí musical. Fin de fiesta y mestizaje de ritmos. Puede Lagarde, a ritmo de yenka, abogar por reducir la deuda. Y puede Dijsselbloem, a ritmo de kasachok, reclamar mayor inversión en I+D y educación. Todo vale en entroido. Así se explica que el pretendido mini Davos se transformase en un baile de máscaras. Una carnavalada, como corresponde a la fecha.