Los modelos urbanos

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe FIRMA INVITADA

OPINIÓN

15 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Qué facilidades debe ofrecer el gobierno de las ciudades para que estas sean el lugar más atractivo? ¿Cómo se pueden atraer empresas innovadoras a su entorno? ¿Cómo fomentar el espíritu emprendedor? ¿Qué estructuras organizativas se requieren? ¿Qué tiene que hacer la ciudad para hacer frente a los nuevos cambios tecnológicos? Muchas preguntas e infinidad de inquietudes. La primera respuesta global es que las ciudades cuentan con potencialidades que pueden ser o no ser aprovechadas según las decisiones políticas y estratégicas de desarrollo urbano que se adopten.

Algunos analistas y políticos urbanos se escudan en afirmar que no existe receta única para crear una ciudad competitiva. Repasando la historia reciente, tendríamos que las ciudades han experimentado un profundo replanteo en sus modos de organización y en sus prácticas operativas cotidianas. En primer lugar, la gestión se había basado en las inversiones públicas; más tarde, se fundamentó su actuación en los papeles de promotor. Luego, en el manejo de los activos intangibles. En la actualidad, en los nuevos conceptos de procesos de creación de riqueza y bienestar. Es decir, podemos llegar a reconocer la historia de nuestra ciudad si vamos relacionando, de manera sucesiva, los siguientes elementos: diseño urbano, infraestructuras, servicios básicos y avanzados, atractivos culturales y turísticos, gestión de intangibles, modelos smart-city. Pues bien, todo eso ya está superado por la experiencia de las ciudades más dinámicas del mundo.

Hoy en día, los grandes centros urbanos ordenan sus políticas sobre la base de destacar los valores humanos de la ciudadanos; el fomento de los aspectos sociológicos de la ciudad; las relaciones internacionales y su imagen; las relaciones ciudadanos-empresa-Administración; la integración social; el cuidado y la apuesta medioambiental... En suma, se habla de ofertar productos y servicios de forma eficiente y accesible; y de promover valores e imagen de marca, que permitan a los usuarios introducir sus ventajas diferenciales. Es decir, sus acciones se formulan sobre la base de afianzar los rasgos distintivos propios para desarrollar una oferta diferenciada de acuerdo con las necesidades de su propio mercado y de sus expectativas. Esto es, no se trasladan ni se copian miméticamente otras experiencias, sino que se construyen.

Auscultando las actuales políticas municipales destacamos la carencia de políticas activas integradas; apenas se clarifican y difunden sus necesidades; reflejamos que no se apuesta por desarrollar productos y servicios competitivos; y comprobamos que no se garantiza la participación activa de los ciudadanos.

¿Qué ponen de manifiesto estas afirmaciones? Lo mismo que dijo el presidente de la FEMP, «en el ámbito de las ciudades inteligentes no hemos alcanzado el grado de desarrollo que esperábamos hace apenas dos años». Es decir, proyectos que no llegan a buen puerto. Varias razones explican este contundente fracaso. Entre las muchas respuestas, sugerimos las siguientes: porque las políticas urbanas trataban de representar a las ciudades como mostradores; porque las estrategias no se hacen con visión a largo plazo; porque no se implica a los ciudadanos; porque no se transmite la información y los objetivos de manera eficaz; porque no se aprovechan los recursos humanos e intelectuales existentes; por enfatizar en exceso las plataformas tecnológicas y no apostar por la simplificación de las cosas al ciudadano; por una nula apuesta energética; por los errores en los planteamientos de movilidad; por la falta de modelos eficientes? Por eso, cuando las reacciones de los gobernantes se reducen a buscar referencias bajo el paraguas de las smart-city, las críticas se redoblan, puesto que, como bien dice un experto mundial, «se habla de un concepto confuso y no bien definido».

Debemos buscar, en consecuencia, una estrategia de desarrollo urbano que pueda y deba responder a varios ejes. El primero es edificar un modelo económico de espíritu innovador, con buena imagen económica, productiva, flexible, favorable a la internacionalización y con capacidad de adaptación al cambio. O sea, «ser más»; no «tener más». En segundo lugar, definir una gobernanza que tenga en cuenta el punto de vista del ciudadano. En tercer término, que se defina la oferta de servicios e infraestructuras que contribuyan a mejorar la calidad de vida. En cuarto lugar, que se apueste por una gestión óptima de la sostenibilidad que garantice la cantidad y calidad de los recursos naturales y patrimoniales de las ciudades y su capacidad para poder gestionarlos. Y, finalmente, por una movilidad inteligente que haga hincapié en la accesibilidad tanto local como internacional de la ciudad, con amplio acceso a las infraestructuras TIC.

Una ciudad dinámica es aquella que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas y se pone a liderar las transformaciones que se deben afrontar en los próximos treinta años. Y eso es lo que nos falta en la actualidad.

Fernando González Laxe es expresidente de la Xunta de Galicia.