El fantasma

Ventura Pérez Mariño PUNTO DE ENCUENTRO

OPINIÓN

22 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Desde que se hicieron públicas las encuestas francesas que daban como más votado, en el caso de que se celebraran hoy elecciones presidenciales, al Frente Nacional (FN) con un 24 % de los votos, los medios no han dejado de informar de la existencia e importancia creciente de los partidos populistas. Y así se constata que en el presente han obtenido muy buenos resultados en Austria, Noruega y Bélgica, presentándoseles halagüeñas perspectivas para el 2014 a los partidos identitarios de Hungría, Suecia, Reino Unido, Polonia y Holanda en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo año.

En Francia, en las elecciones cantonales celebradas recientemente en Bignoles (pequeño pueblo del sureste francés), ha ganado el Frente Nacional (FN) desbancando al anterior mandatario del Partido Comunista.

Desde hace tiempo los movimientos nacionalistas son conscientes de que van a jugar un papel relevante en la política europea y que su fuerza se multiplicará cuando se alíen y formen grupo propio. Ya en el 2009 representantes de los principales partidos identitarios constituyeron en Budapest la Alianza de Movimientos Nacionales y el líder de la extrema derecha holandesa (Partido por la Libertad), Wilders, heredero ideológico del brillante populista Pim Fortuyn, y la francesa Marine Le Pen (FN) acaban de comunicar su intención de aliarse para formar un potente grupo en el Parlamento Europeo, lo que les facilitará medios abundantes y, sobre todo, altavoces para difundir sus programas.

No están solos. Partidos de centroderecha e incluso de la izquierda se acercan peligrosamente a alguno de los postulados de la extrema derecha ante el miedo de quedar fuera de juego (véase, por ejemplo, la expulsión de gitanos en Francia).

De la Francia de la Revolución y portaestandarte de la Declaración de Derechos y Libertades, y de la Holanda pionera en los derechos individuales, tratamiento de la droga, eutanasia, homosexualidad... pasan ambas naciones a acoger importantes bolsas de un discurso demagógico, poniéndose al frente de las preocupaciones de amplios sectores de la sociedad, proponiendo para su solución medidas muy fáciles de entender pero imposibles de aplicar. Por ejemplo: hay cinco millones de inmigrantes y cinco millones de parados: «Se expulsa a los de fuera y su puesto lo ocupan los nacionales».

Con esa ideología tan simplona, demagógica, armonizada con posturas euroescépticas, odio a los extranjeros y xenofobia se ganan el favor de las clases medias, temerosas de perder lo que han ido ganando a lo largo de los años. Y así, probos ciudadanos se entregan en los brazos de los populistas ante la mirada atónita de millones de personas. La demagogia, el populismo y la extrema derecha van en aumento. Un fantasma recorre Europa. Es cierto que obtienen legítimamente sus votos; es cierto que el pueblo es soberano. Pero también es cierto que el pueblo puede convertirse en una amenaza para la democracia. Ya ha ocurrido.