Palmeras y naranjos

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

21 jul 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

Antes de Juan Carlos ya habían ido a Marruecos los Rolling Stones y los beatniks, Burroughs y Kerouac. En Tánger Paul Bowles se dejaba ver con Truman Capote y un loro en una percha. En cambio, su mujer, Jane, la genial autora de Dos damas muy serias, prefería compañía femenina. Fueron años convulsos los del Tánger de entonces. Tiempos de muchas drogas y mucha amistad, demasiada. De allí salió El cielo protector y, sobre todo, El pan desnudo, de Mohamed Chukri, que ahora rescatan mis amigos de Cabaret Voltaire con el título de El pan a secas. Tal vez tengan razón, pero creo que hay cosas que es mejor no tocar. Javier Reverte escribió hace veintitantos años un poema desgarrador, Tánger beat, que destroza la fotografía de aquello.

Pero Tánger, ya se sabe, no es el verdadero Marruecos. El Marruecos de los españoles comienza en Alhucemas o en el barranco del Lobo, en Annual, donde nos mataron como corderos, que dice la canción. Pero a los corderos no les cortan los testículos y las orejas. Eran tiempos de soldados españoles en alpargatas, pasando hambre mientras sus oficiales, con el dinero que sisaban del rancho, se emborrachaban en Melilla. De allí vienen nuestras dictaduras: la de Primo de Rivera y la de Franco.

A mí de Marruecos me gusta Marraquech -la plaza Yemaa el Fna de El Hombre que sabía demasiado- y la Casablanca de Rick/Bogart, que está enteramente rodada en Hollywood.

Juan Carlos siempre fue amigo de Hasán II, y ahora Mohamed VI le llama tío. Yo creo que es mejor así.