José Blanco, el sabor de la inocencia

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Perdónenme, pero siento algo de emoción. El pasado 8 de junio escribía en este mismo espacio: Solo puedo decir una cosa: en lo que lo conozco, y por muchos errores que haya cometido, José Blanco es un tipo de fiar. Como lo he creído siempre, recibí la noticia del archivo de la causa contra él por el caso Campeón como un alivio casi personal. Igual que Rubalcaba, me alegro por él y por su familia. Me alegro especialmente por sus hijos y por su mujer, Ana, la abogada que ha soportado el calvario judicial durante 22 meses recluida en casa, sin hacer vida social, sin atreverse a salir porque siempre había alguna cámara de televisión ante su puerta. Y celebro el valor añadido de la decisión del Tribunal Supremo: ha sido adoptada por unanimidad. Es el pequeño gran detalle que despeja toda duda sobre José Blanco.

También es importante noticia para la política española. En medio de todo el lodazal que tiene comida la moral de la sociedad española, uno de los marcados por el dedo acusador queda libre de toda culpa. No hizo falta siquiera el suplicatorio. Y ahora es el momento de recordar: ¿cuántas veces se le señaló en el Congreso de los Diputados (y lo señalaron ilustres miembros del Gobierno) como ejemplo de la corrupción socialista? ¿Cuántos artículos se han publicado condenándolo de antemano? ¿Cuántas voces han pedido su dimisión a lo largo de estos dos años? Blanco no dimitió porque estaba seguro de su inocencia. Pero si hubiera sido débil ante la enorme presión partidista y de la opinión publicada y hubiera renunciado a su escaño, ¿cómo se le compensaría ahora? Es la reflexión que merecen los juicios paralelos, que deshacen honras que después son tan difíciles de reparar.

Solo lamento que el Tribunal Supremo ha recuperado al hombre y su honestidad, pero temo que ya no pudo salvar al político de primera línea. Cuando estalló el escándalo que ahora se desinfla, José Blanco adoptó la decisión de dar un paso atrás y, por lo escuchado ayer en la rueda de prensa que ofreció, persiste en su idea. Él es un hombre de acción y no está en la vida pública para calentar un asiento del Congreso y limitarse a aplaudir a los portavoces de su partido. Tampoco lo veo en la política de Galicia, ni metiéndose en el avispero de los socialistas, ni poniéndose a pelear con Núñez Feijoo por la presidencia de la Xunta. Es un valor indudable del PSOE. Me consta que tiene grandes afectos en las cuatro provincias. A Rubalcaba le vendría de maravilla como su hombre en nuestra tierra. Y sería un factor de dinamismo de la política regional. Pero, ¿para qué hablar del futuro? Ahora le toca paladear el sabor de la inocencia reconocida. Creo que es lo más parecido a recuperar la libertad.