Una dama de «hierro»

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

11 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Margaret Thatcher no estaba destinada a ser primera ministra de Gran Bretaña, pero una grave crisis de liderazgo del Partido Conservador la llevaría a dirigirlo y después al 10 de Downing Street. Su legado no puede definirse como «popular». Encontró un país que había perdido peso en la comunidad internacional, sufría una grave crisis económica y adolecía de unas instituciones caras y poco eficaces. A base de recortes, privatizaciones y reorganizaciones logró estabilizar el presupuesto y sacar al país de su marasmo. El coste social fue altísimo: tras el pulso de más de un año con el poderoso sindicato minero, lo dejó casi inoperativo, redujo muchos beneficios sociales e incrementó la brecha entre clases. No fue una pionera en el ejercicio del gobierno de un país. La precedieron damas de la talla de Indira Ghandi, en la India desde 1966 a 1977, y desde 1980 hasta su asesinato en 1984, o Golda Meir en Israel desde 1969 hasta 1974.

Tampoco fue una feminista, ni se planteó luchar por los derechos de las mujeres, sin embargo, su vida, su tesón y su desempeño del cargo de premier marcaron el inicio de una nueva era en la percepción de hasta dónde podía llegar el sexo femenino en lo profesional y político. Su gran repercusión internacional deriva tanto del período en el que gobernó, como de la firmeza de su carácter, implacable persecución de sus objetivos y la forma impasible de afrontar obstáculos. Inimitable, odiada y admirada, pasará a la historia su estilo político, conservador y agresivo, pero no «femenino».