Nadie más interesado que el presidente Núñez Feijoo en aclarar su regata fotográfica. Porque solo convenciendo a todos, a gallegos, españoles, euroasiáticos y comanches, de que las fotos con el aprendiz de narco no esconden nada de lo que tenga que arrepentirse, solo así podrá seguir gobernando un país y mantener sus legítimas aspiraciones políticas.
Por eso sería un error que la comparecencia parlamentaria de hoy dejase algunas dudas. Y lo sería que el presidente se enrocara en contarnos lo que quiere contarnos y no lo que debe. Como lo sería que la oposición se enredase en desacreditaciones y ataques furibundos, sin ir al fondo de la cuestión. La comparecencia es muy sencilla. Solo tiene que responder al cuestionario tipo que manejamos en esta profesión y al que debe de ajustarse, que no lo hacen, las informaciones. Qué, quién, cuándo, cómo, dónde y por qué. Sobre todo, qué unió a Feijoo y a Dorado, durante cuánto tiempo y por qué.
Sería un mal día para Feijoo, para Galicia y para los gallegos si hoy quedase alguna duda en el aire. Y peor, alguna sospecha. Porque sería mantener esa degradación ética y moral que tanto combatió José Luis Sampedro, que se nos fue ayer sin molestar y en silencio.